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17 de julio de 2013

Buscando el amor




No estoy de acuerdo con el tan explotado beso de amor.
Ni siquiera con el amor.
El beso es solo una muestra de libido con la que se busca algo de trascendencia a todo ese apareamiento con un romanticismo de novelucha de quiosco.
Yo solo sé, que si hubiera amor, residiría en su sexo. Por ello lo busco y me trago su coño entero.
No entiendo el amor si no es a través de su vulva elástica, viscosa y hambrienta.
Succiono su clítoris hasta que la presión de mis labios lo hace enorme, hasta que sus labios íntimos se abren tímidamente como alas de mariposa recién salida de la crisálida, así de húmedas... Y puedo aferrar con los dientes esas alas sintiendo la cabeza de la mariposa presionar contra mis incisivos. Su clítoris es una pura muestra de deseo, sin estupideces de amor.
Si tuviera alma o amor, no residiría en su corazón, está en su coño. Lo sé porque ese espíritu de amor se derrama en una viscosidad que crispa las venas de mi pene y suaviza mis cuerdas vocales cuando mi lengua la desliza por la garganta.
Su coño es la esencia de la vida. De la suya.
A veces de la mía; aunque no importa cuantas veces lo haya sido, no importa siquiera si nunca lo ha sido.
Devorando su coño, estas cosas no se plantean.
No en el corazón, no en su privilegiado cerebro. No se aloja ahí la esencia de lo que busco.
No me preocupa que me ame, ni me preocupa amarla. Solo investigo y busco.
Soy curioso, soy espeleólogo.
Todo son mentiras de literatura barata para disfrazar el deseo sexual y hacernos importante, inteligentes, psíquicos...
Soy científico desbaratando mitos y falsos delirios de amor ultrahumano.
Por ello también hundo mi dedo en su coño para dilatarlo. Y luego meto otro,  y otro… Hasta que le quepa el puño entero lubricado por su deseo y pueda dar así, con la existencia del amor.
Y tal vez tomar una muestra para analizarla en algún erotomicroscopio.
Sin embargo, me entretengo en lamer mis dedos untados de su esencia viscosa y lechosa  como el león limpia sus garras después de abrir a su presa: sabe a mujer y su coño es lo que es, no hay nada más que un deseo desmedido. Una vagina hambrienta, tanto como mi pene balanceándose frente a lo que desea invadir.
Eso no es amor. Tal vez el amor solo pueda identificarlo el enamorado… Tal vez no me corresponde descubrirlo.
Sigo buscando dentro de ella, aunque a veces solo siento placer y eso entorpece y hace lenta mi búsqueda. Metérsela es como resbalar por un vertiginoso tobogán no encuentro dirección ni sentido, se me pierde la horizontalidad y la verticalidad de la vida dentro de su coño.
Puedo sentir en mi glande henchido de sangre su placer, su tremendo éxtasis. No importa en quien piense, la jodo y ya está. Es el único hecho tangible.
Ella con su coño lleno y yo con mi pene arropado, nos alejamos de la cordura por el camino del placer, cada uno con su locura. Cosa que no importa, el placer no es bueno discutirlo, es un regalo de Dios. Y Dios ahora mismo está en mi glande y en su clítoris.
Preciosa la comunión de la carne…
Vuelvo a su coño porque me enloquece lo que pudiera esconder y lo que se le escapa y derrama. Aspiro, lamo y bebo. No importa por quien sea toda esa parafernalia de placer, sabe bien.
Su pelvis presiona contra mi boca, se mueve salvaje buscando el roce brutal; aún a costa de mi respiración. Tal vez sea eso el amor, esa fuerza intensa, ese buscar por todos los medios el placer; cuando se agita hasta para dañarse contra mis dientes.
No me ama, a pesar de que su coño está lleno de amor.
Está bien, es bueno. Es importante no hacerse ilusiones pueriles.
No es por mí toda ese deseo que nace de lo profundo. Soy un medio de desahogo. Solo soy una boca y una polla. Cosa que no importa, soy un buen científico, soy un espeleólogo.
Y mientras explota el placer nos hacemos animales, nos olvidamos de respirar para gemir roncos.
Follar es más intenso que morir e igual de sencillo.
No… Los besos son una pobre muestra de amor. Ni siquiera se le debería llamar amor. Una buena mamada llega mucho más profunda y es sincera y es real y es una pelvis enloquecida…
Los besos solo son el pago a cuenta de dos seres ambiciosos de devorarse y penetrarse, cosa de adolescentes a los que aún no se les ha desarrollado todo el vello.
Enciendo el cigarro. Me doy cuenta de que no he encontrado el tan buscado amor. Pienso que debe estar más profundo y que me falta longitud de pene para llegar allí.
O simplemente no sea yo el que pueda encontrarlo, tal vez el coño sabe a quién ama y qué le entrega.
Me conformo con lo que me toca, ya habrá tiempo después para perder la curiosidad.
No está tan mal investigar, la ciencia me pone cachondo.
Hay búsquedas y estudios que proporcionan un placer no solo intelectual o el tan mitificado reto a la inteligencia. No todo va a ser angustia, para variar.
“Un regalo de Dios…” No jodas… Menuda estupidez.
Qué chocho…








Iconoclasta

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