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14 de enero de 2024

lp--Otro día que he despertado...--ic

Estoy suscrito a una compra recurrente en Amazon de despertadores, ni siquiera separo las pilas del despertador que estampo contra la pared, van a la misma bolsa de basura. A ver si consigo que envenenando el planeta envenenarme al comer mejillones en conserva, ya que dado mi desmesurado amor por mí mismo, creo anticuerpos contra el suicidio.

O sea, soy una contradicción con patas: al despertar soy yo por lo único que vale la pena vivir.

No soy feliz y la verdad es que me suda la polla la felicidad.

Huele a lo mismo que ayer. El sonido del planeta es el mismo y mi mente cautiva no consigue encontrar una razón por la que hoy, pueda ser distinto de ayer.

Y todas por las que pueda ser peor, por ejemplo: absoluta y desoladoramente indistinguible.

Los hay que por menos se suicidan; pero yo fui maldecido con el super poder de respirar el hastío como el aire limpio. El asco no consigue deprimirme, sólo acelerarme el pulso hinchando las venas de las sienes. Supongo que también las del cerebro.

Las del nabo requieren acción manual o una gran y obscena imaginación.

Entiendo que la experiencia es como un vertedero de basura donde se amontona la mierda y no se sabe qué hacer con ella, más que formar dunas y pirámides que envenenan a gaviotas y mendigos.

La experiencia es como el aceite que cubre el mar asfixiando a los pescados.

A las buenas cosas les falta el ingrediente de la durabilidad. Como el orgasmo que tras un minuto, no recuerdas haberlo sentido y te preguntas porque la leche se enfría tan rápida.

El placer no deja ni una sola cicatriz para la posteridad. Por eso busco el placer continuamente, nunca sacia.

Además tiene la propiedad de la caducidad, caduca antes que el jamón cocido. Y si se repite con frecuencia, llegará convertirse en tóxico y puro aburrimiento también. Estoy seguro de que los actores porno sueñan con los minions durante el rodaje.

Por lo cual, para darle un asomo de sordidez al placer y sea más duradero, pagas a alguien que sin profilaxis te mal folle.

Y si se da el caso, tienes el divorcio sin demasiadas discusiones.

Y ya. Si me apetece, mañana miro la güiquipedia y cito a Nietzsche que es cantidad de intelectual.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

 

9 de diciembre de 2023

lp--Conciliar el alma con la carne--ic

El gran problema del cuerpo es el alma que lo humilla haciéndole creer que es un super cuerpo con superpoderes.

El alma es todo emotividad e ilusión. Espiritualidad sin descanso.

Pero la vía del dolor y el placer es la carne, siendo el dolor lo más habitual.

Calor, frío o indiferencia en el mejor de los casos.

Al no tener nervios el alma no conoce el dolor, ni el placer más que como poesía o ilusión para recrear tragedias y romances oníricos. Y como es el dolor lo que hace realmente notoria la vida y es el parásito pegado a la piel desde el nacimiento, el placer se queda en mera anécdota y una exaltación excelsa del alma de la reproducción, la cópula sexual.

Y así en toda situación, momento y lugar; con el deseo, la libertad y el planeta entero. Si le das libertad al alma convertirá tu vida en un falso paraíso aún que no eres cadáver.

He sido lo suficientemente hábil para domar el alma, hasta el punto de dudar si la tengo.

He amorrado mi alma contra mi sexo y el de mi puta para que tuviera un atisbo del acre y fuerte olor de los genitales, que no huelen a rosas o esencias divinas, sino a humores sexuales dulzones y picantes como el ácido olor de los restos de orina y su animalidad afrodisíaca. Como a mí me apasiona y excita, sin circunloquios de poetas con el alma escindida del cuerpo, ingenuos...

Mi alma es conocedora del agrio aroma a sudor de mi carne, la que como y follo. Y evoca su coño en toda su magnitud, fragancia, viscosidad, elasticidad y sabor, con el más obsceno pragmatismo y deseo animal.

Hace eones que mi espíritu aprendió de la carne y no la humilla con rebuscadas imágenes idílicas, extraterrenales aromas y gemidos de mitológicas posesiones.

Mi alma asume los jadeos animales de lucha, posesión y placer. Un cansancio acumulado de dolor y frustración que se diluyen por unos segundos con el semen mezclándose con su viscosidad en la cópula.

Y así, sin engaños, admiro con profunda emoción las cercanas y abruptas montañas y las nubes que las acarician masturbándolas.

Precioso...

Las amo por lo que son en realidad, sabiendo que caminando por ellas y sus nieblas, la muerte, el dolor y el cansancio se hacen posibilidad en mi alma como el frío y el deseo angustioso de encontrar refugio y sobrevivir.

No ser cazado, no caer y partirse las piernas o la cabeza dentro de esa bella foto que el alma en su ignorancia, juzgaba como el sumun de lo idílico.

Aprendí a amar y admirar a pesar de la verdad de la carne y su dolor, a pesar de las fantasías del alma ignorante y cándida.

Los reyes magos no existen; sólo importa su sabor aún en mi boca, la textura de sus endurecidos pezones o la agridulce baba de su coño.

Y mi rabo oliendo a ella...

Mi cuerpo es uno con el alma, sin remilgos y con la adecuada pasión y fuerza.

Ya no sé cuándo perdí la gracia de la ingenuidad. Y ahora amo lo bello a pesar del terror y el miedo que pueda prometer. Amo el sexo crudo como despertar con una ternura al lado de quien amo.

Amo a las hostiles montañas y sus nieblas que me dejan ciego.

Mi alma se hace vieja conmigo, íntimamente insertada en cada fibra muscular.

Moriremos juntos, sin fantasías.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

30 de septiembre de 2023

lp--Un puro acto de amor--ic


He evocado tus gemidos y espasmos al correrte.

Tu “me corro” como un suspiro agotado y los pezones endurecidos rozando mi pecho al desfallecerte sobre mí.

Y me he mordido el labio hasta herirlo.

Con la boca ensangrentada me he derramado en la tuya.

Y aunque nadie lo pudiera pensar, todo ello ha sido un acto de puro amor.

Porque nadie podía intuir cómo nuestras almas se escurrían por las pieles viscosas de la obscenidad hambrienta y voraz.

Nada es sencillo contigo, cielo.

Y las almas se confundieron la tuya con la mía.

Nos miramos confusos ante el caos que provocamos.

Luego llegó el dulce sopor de las pieles satisfechas.

No podría ahora decir te amo, sería una parquedad injusta.



Iconoclasta

2 de julio de 2023

lp--Tu coño de Dios--ic


Si Dios no hubiera querido que folláramos, no te habría dado ese maravilloso coño.

Dios quiere que te joda.

Y no importa lo que él quiera, sino mi locura por ti.

Dios te hizo deseable y el coño hambriento.

Y a mí para clavarme profundamente en ti y humillarme ante su gran obra carnal.

Dios hizo esos hermosos pliegues y rincones en tu coño para que pasara largo tiempo, toda la vida que me queda, tocándolo, descubriéndolo, aprendiéndolo, lamiéndolo y aspirado el clítoris con fuerza entre mis labios hasta inflamarlo y sensibilizarlo hasta tu paranoia.

Dios hizo tu coño profundo para que mi glande inquietara tu alma. Temo que mi polla sea pequeña para tal fin.

Dios pone así a prueba mi voluntad y tu coño mi humildad.

Dios colocó tu coño lejos de tus ojos para que no me quedara paralizado admirando esas dos ventanas de luz que iluminan tu pensamiento y deslumbran el mío, con sus astros y galaxias que giran y se expanden dentro de ti. Eres el universo que contiene un universo.

Y gracias a Dios, sé como interactúan tus obscenos labios con los pezones, cuando los separo en la intimidad cálida y protectora de tus muslos, con los dedos chapoteando impúdicamente. Se llaman Perdición D y Perdición I y te mortifican los pezones endureciéndolos; es la razón de que los maltrates como yo no me atrevería, ante mí esclavizado entre tus piernas de puta y deidad.

Sé que cuando surja tu flujo espeso y dulzón empapando mis dedos, labios, nariz y lengua; no pasarán más de veinte segundos hasta que te corras con la espalda arqueada haciendo arte conceptual de la lujuria. Y yo sienta que debo sujetarte, contener ese placer para que no te parta.

Sé que tus muslos intentarán cerrarse cuando el látigo del placer se extienda desde tu coño, al vientre recorriendo todo el torso para alcanzar cada ápice de tu piel y provocar un caos en tu pensamiento.

Dios hizo mis dedos rudos y firmes para que en ese instante atenacen con fuerza la vagina contraída, pulsante, brillante de tu propio óleo sexual. Y hacer tu gemido profundo, exhalado como una muerte por tu boca entreabierta, abandonada a mí, a mi mano que oprime y cubre tu coño todo.

Y tienes en ese instante mi vida en tus manos, porque detienes mi corazón y los pulmones en tu salvaje y ancestral sexualidad.

Dios creó tu coño precioso y perfecto, elástico para abrazar y rodear hasta la asfixia mi pene cuarteado de venas, con el glande cárdeno del colapso sanguíneo.

No quiero hablar de amor, me estoy corriendo, soy un ser salvaje y desbocado que observa como tu coño derrama mi leche… Y jadeando, apenas puedo creerlo.

Cuando salga el sol, al despertar a tu lado tendré las precisas palabras para adorarte al oído, secretamente sin ser necesario. Y en el ritual del café las sonrisas necesarias para hacer feliz un día más contigo.



Iconoclasta


21 de julio de 2022

La mujer ardiente

Una mujer caliente, sexualmente excitada, es la mayor fuerza de la naturaleza, no puedes combatir contra ella.

Debes arrodillarte y leer el salmo de su coño. Ciego, con la lengua, con los dedos descifrando un Braille de gemidos y espasmos que brotan de sus muslos y boca.

Has de humillarte ante su fuerza y acompañar su pelvis en cada estremecimiento que padezca, que se corra llena de ti.

Y observar como exhala su alma entre los labios jadeantes.

Y beberla.

Que grite o susurre impúdica e implacablemente su placer.

Es imposible sentir su húmedo poder y contener un semen que hierve, que duele presionando en los cojones. Que brotará por un glande cárdeno henchido de sangre.

Mascullar íntimamente a la diosa desatada que es tu puta, que la odias por su poder que te convierte en su siervo y esclavo. Y que la leche que rezuma por su coño está formada por tu alma y tu corazón.

Preguntarle: ¿Quieres matarme? Es eso lo que quieres ¿verdad, cielo? Que derrame lácteamente mi vida dentro de ti, sobre ti. Y aún muerto seguir amándote con desesperación.

Somos el sacrificio de la diosa.

Y una obscena redención.

Un suicidio líquido y cremoso.




Iconoclasta

24 de febrero de 2022

La ternura que la lujuria esconde



Hay un vientre sacudido por espasmos, los ecos de un placer que suben desde el coño como latigazos lascivos, sin penitencias que alegar. Sincronizados con mi lengua, con mis dedos y mi pene hambriento.

Desbocada, maltrata con paroxismo el clítoris ante mí, retándome a que sea tan brutal como ella consigo misma. La quiere más adentro, más fuerte. Que le reviente ese coño ardiente gritan sus dedos chapoteando, rozando mi puta verga que trabaja como un pistón; que a duras penas puede contener un semen que hierve y pulsa doliente dentro de la dura carne.

¿Cómo es posible que el deseo sea tan líquido? Pienso cuando el glande es acariciado por los mojados y resbaladizos labios de su coño.

La primera lefa la escupo en su monte de Venus, y le salpica el vientre. Luego la violo con fuerza, y descargo. Cierra las piernas en torno a mi cintura y clava los talones en mis nalgas para meterme en lo más profundo de su vagina que se contrae con fuerza, lo noto en mi pijo que revienta allí dentro aprisionado.

Y ahí me quedo intentando respirar.

Ella inmóvil, aún aprisionándome, se asegura de que el vaciado sea perfecto.

Me libera y me aparta casi con desdén, se acaricia perezosamente añorando lo que ocurrió hace unos segundos, y el semen se derrama dulcemente por sus dedos. Un último gemido y se gira de lado en la cama, dándome la espalda.

Le gusta hacerme sentir como un esclavo sexual.

Por favor… Está preciosa.

Pero yo también soy cruel, me acuesto pegándome a ella. Con el pene más relajado, con restos de un semen ya frío rozo sus nalgas.

– ¡Cabrón! –e intenta separarse de mí; pero no la dejo, le muerdo y beso la nuca porque me la comería, y ella patea para alejarse.

Con la boca llena de su pelo farfullo algo que la hace reír.

–Un día te la arranco– dice apresando con fuerza la fláccida polla y limpia su mano de semen en mi cara con una risotada.

Y no dejo de maravillarme de que tras toda esa obscena lujuria, pueda luego surgir un par de adultos traviesos que al final, desembocan hacia una ternura inaudita.

Solo deseo que como amante o adulto travieso, que mis mañanas amanezcan con ella, aunque esté en la cocina haciendo el café para su macho.

Bueno, cuando le digo lo del café, me dice no sé qué de mi madre.

Y entonces soy yo el que lanza una risotada.



Iconoclasta


5 de julio de 2021

Más obsceno que perverso


Hay afanes perversos y los hay obscenos.

Lo mío es la obscenidad.

No puedo soportar la perversidad de los cobardes, los que creen toda la mierda que leen y oyen. No puedo soportar a los pervertidos arribistas y los políticos.

Porque esos perversos son infames y huelen a mierda. Siempre a mierda.

Soy obsceno, sin amo ni dios.

Y siempre he tenido una buena habilidad para la hipocresía y mentir a los pervertidos o perversos para mantener mi comodidad y supervivencia en esta sociedad puta.

Si en algo soy bueno, es mintiendo a los idiotas.

Luego, cuando no he de soportar a los pervertidos; ya en mi reino, en mi casa le ordeno que separe las piernas, sabe que me ha de esperar con falda o una bata sutil. O con lencería de puta.

Con la navaja corto las bragas y las dejo despedazadas entre las piernas, o sobre los muslos. Que le molesten.

Y acaricio su coño, haciendo chapotear los dedos en su precioso y hambriento chocho. Está caliente como una perra y sus pezones le duelen de duros.

No la jodo porque quiero ver su rostro mortificado por el placer, sus ojos casi en blanco cuando mis dedos se agitan violentos dentro de su coño elástico, mojado, fragante. El aroma que impulsa mi instinto de posesión y reproducción.

Necesito ver su obscenidad, sentirla en mis dedos. Esa pornografía que la transporta a otra dimensión con los continuos espasmos de la vagina y el vientre. De su monte de Venus que asemeja elevarse y hundirse en movimientos telúricos.

Soy decididamente obsceno y saco mi rabo frente a ella cuando empieza la convulsión del clímax. Lo masajeo con tanta violencia que temo proferir por mi boca dolores más que placer; aunque se confunden las frecuencias entre ambas cosas.

Y eso, a mi puta la catapulta al paroxismo. Y se abofetea el coño que la hace desvariar cuando escupo mi leche en su vientre, en el monte de Venus, entre los dedos que ahora intentan sujetar el coño que parece expandirse como una supernova.

La bragas hechas jirones, se balancean próximas a las rodillas. Es la imagen más excitante del mundo…

Y nos corremos cada cual sumido en nuestras obscenidades.

Extiendo todo ese semen por su coño que aún tiembla agitado, entre sus labios dilatados y tiernos que no puedo evitar morder suavemente.

Gime mi puta y conduce, guía mis dedos brillantes y resbaladizos de leche hacia los rincones que ella desea, y me obliga a chupar sus pezones pringados. Y jadea...

Su corazón se relaja y mi polla pierde la dureza goteando leche sin fuerza por el meato, dilatado como una boca abierta sin dientes. Como si mi puta polla quisiera respirar…

Cuando digo que soy más de la obscenidad, no miento. Soy sucio, soy pornógrafo, soy todo aquello que es malo ser en un ciudadano integrado de mierda.

Y mi puta tampoco miente: miradla, aún está acariciando su coño irritado.

Guardo un semen frío y rancio para lanzarlo a los ojos de los perversos, con la esperanza de que los deje ciegos para toda su perversa y cochina vida. Obscenamente ciegos.




Iconoclasta


7 de abril de 2020

Soy yo, padre


Padre…
Mírame: la tengo dura por los muertos y los enfermos, por los pobres y los hambrientos.
¿Es legal?
El televisor habla de coronavirus y parece de carne, orgánico… En la pantalla bajan lefas escurriéndose como cera caliente que humea un poco antes de enfriarse.
Padre: cuando camino el movimiento masajea mi glande y me desespero; el semen hirviendo presiona y no sé como gestionar lo caliente que estoy. Solo acierto a meter la mano en la bragueta. Estoy tan encelado…
Encelado de tanta miseria y cobardía que veo y escucho, padre.
No sabía de mi mórbida obscenidad. ¿Tuviste algo que ver con esto que está tan dolorosamente duro entre mis piernas y mi degeneración? Mis huevos están contraídos, parecen de cuero, padre.
Es también una clara cuestión de mortificación.
No me importa el dolor, la muerte y el miedo; solo pienso en correrme.
Dime que no estoy enfermo, padre.
Padre: ¿Qué hago? Los policías me dicen que tengo la obligación de mostrarles mi erecto y palpitante pene para que me hagan un test con sus bocas ávidas.
Agentes de la indecencia…
Les digo que tengo prisa, pero me acarician los huevos y una agente fea, se acaricia retorcidamente entre las piernas con la porra.
Como yo hago sin poder evitarlo apretando mis cojones con el puño.
¿Qué hago, padre? ¿Les dejo beber de mí?
¿Sabes, padre? Me hubiera gustado que no hubieras muerto y supieras de la excepcionalidad del cerebro podrido de tu hijo.
Moriste sin conocerme...
Me parece injusto.
Padre, hay una epidemia y no consigo enfermar, no mis pulmones. Es mi pene que se expande y llena todas las bocas y todos los coños de los que viven y los que se pudren. ¿Soy yo la infección? ¿O son ellos los que me infectan con su cobardía y mediocridad?
Estoy sucio.
¿Estás orgulloso de mí, padre?
¿Los muertos sentís orgullo?
Padre, tengo el cerebro podrido y mi pensamiento supura un blanco lácteo y cremoso.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

31 de agosto de 2019

Una ofrenda de dolor


Orina demasiado solo y con una molesta erección matinal. Observa con desagrado el vello rizado jaspeado de gris cubrir el pubis, los cojones, enredarse sucio y obsceno en sus dedos.
Y la recuerda, recuerda con precisión sus palabras. “Quiero que te duela cuando no estoy contigo, quiero que sangres cuando esté lejos de ti. Si me amas, debe dolerte, mi amor. Sangra, mi macho bruto…”.
Se desnuda y entra en la ducha con una cuchilla de afeitar ya vieja.
Dirige el chorro a los genitales, primero fría y luego ardiendo, hasta que siente que quema. Su erección se hace aparatosa.
Y dolorosa, como ella quiere que sea.
Tira del prepucio para observar su glande brillante, como recubierto de aceite, se le escapa hambriento de los dedos, sin control.
Piensa en masturbarse; pero no… Ella se merece algo más.
Comienza a rasurar el pubis manteniendo el pene alejado con la otra mano, sintiendo como palpita la sangre furiosa…
Y presiona fuerte la cuchilla, que penetra demasiado en la piel y la arrastra cortando vello y algo de epidermis. Y sangra.
Hace una segunda pasada con más fuerza. Pequeñas gotas de sangre han caído en los dedos de sus pies.
Gime excitado, estrangula el pene para evitar masturbarse casi furioso, para retrasar el momento, para ella, por ella.
Luego rasura el bálano dos veces. Está tan duro, tan insensible, que se excede en los cortes y la maquinilla parece el instrumento de un carnicero. Le duele con tanto placer… Y golpea el glande para que no escupa un semen que aún no debe salir.
Limpia los restos con agua tan caliente, que le arranca un gemido de dolor cuando penetra en las heridas abiertas.
Eleva los huevos, y pasa la cuchilla por la porosa piel. Los siente llenos, grandes, pesados. Están fabricando leche como una puta vaca. Rasura sin cuidado alguno provocando cortes en la porosa e irregular piel del escroto.
Otra pasada que irrita hasta casi el delirio la delicada y sensible piel. Ella se los metía en la boca chupándoselos como caramelos.
Tiene que acabar porque no aguantará más. Literalmente se le escapa el semen ya.
Toma el teléfono e inicia un video. Enfoca con la cámara a sus pies que están sucios de ese asqueroso y rizado vello y gotitas de sangre. No los limpia, ella ha de ver cuanto la ama. El teléfono tiembla con paranoia en su mano por tanta excitación, registrando sus jadeos animales que hacen eco en las paredes del baño.
Toma el pene con el puño y con un fuerte tirón descubre el glande ante la cámara.
Mueve el teléfono por su pubis herido, filma las heridas del pene y retrasando un pierna, filma las de sus cojones.
Se masturba, y la sangre mana suavemente con ese masaje, sus dedos tienen vellos pegados y se han untado con la sangre que ella pide.
La ama tanto, que la empalaría sin piedad hasta que su coño de amada puta también sangrara.
No consigue sobrepasar el minuto y poco, eyacula y lo hace manteniendo el pene vertical jadeando como un animal en celo. El semen se escurre hasta el pubis y los cojones mezclándose con la sangre que cae en sus pies como un amor de color rosa. De carne sajada y limpiada en el mostrador de una carnicería.
“Me duele amarte, ¿lo ves, amor?”, dice enfocando la sordidez que cubre sus pies, antes de detener la filmación.
Luego se lo envía a su teléfono.

No puede más.
Ese semen, esa sangre, ese jadeo. Esa puta animalidad de su macho…
No deja de acariciar con brutalidad su vagina con una carda, un cepillo de púas metálicas para limpiar soldaduras de metal. Los labios de su vagina sangran irritados.
En la cama de la habitación del hotel, se desgarra alma y piel también por él. El amor y el dolor es cosa de dos.
Y deja correr su orina con obsceno descaro para que le duela más, y el teléfono capte sus gritos.
“¿Ves, mi bruto macho? Yo también te amo con dolor”. Recita entre jadeos para después apagar la cámara con los dedos pringados de su propia gelatina sexual.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

29 de julio de 2019

El dolor y la pluma


¿Duelen las plumas al desprenderse?
¿Les duele a ellas o al ave?
Me angustia un poco esta cuestión.
Porque es tan compleja la pluma que parece un ente con vida propia.
Es una pluma muy pequeña.
Una plumita.
Y sería de un pajarito.
He visto pajaritos tan pequeños que parecen hojas entre la hierba.
Son muy graciosos.
El dolor nunca es proporcional al tamaño.
Sé que hay la misma cantidad de dolor en el mundo para los seres más pequeños y para los más grandes.
Se reparte sin tener en cuenta el peso o el volumen. La naturaleza es así de puta y desconsiderada.
El dolor se prodiga generosamente, incluso hay una ley de proporcionalidad que dice que el placer siempre es la décima parte de la intensidad del dolor.
Si el placer fuera tan intenso como el dolor, moriríamos de un ataque de hedonismo ya de pequeños.
Y el planeta es un generador exclusivamente de dolor, el placer son prácticamente los residuos de la producción.
Es desolador…
Para los seres más pequeños hay más dolor por tanto.
Lo malo del dolor es que va forrado en miedo. Y cuando el dolor es fuerte, piensas que vas a morir.
Pobre pajarito…
Pobre pluma…
Tanto miedo y tanto dolor en un ser tan pequeño.
No quiero saber cómo perdió la pluma. No quiero pensar que ocurrió con el cuerpo que la lucía, con el pico que la atusaba.
Cuando has pasado una temporada inacabable de dolor queda esa cicatriz en algún lugar del cerebro, por donde se derrama el miedo a sentirlo de nuevo.
O la angustia de que los seres tan pequeños puedan sentirlo.
Yo pesaba cien kilos, y el pajarito unos gramos. A él le ha dolido cien veces más que a mí.
Siento mucho si dolió, pequeñajo.
Ojalá que no.
Es una pluma tan pequeña, tan orgánica…
Se la ve tranquila, no puede ser que haya sufrido. Las cosas y los pensamientos se marchitan con el dolor. Y está preciosa.
Por eso mi cerebro está hecho papilla, necesito una milagrosa sobredosis de algo.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

17 de abril de 2019

Dedos y hendiduras


La hendidura íntima que forman tus muslos es el lugar de reposo de mis rudos dedos calientes y palpitantes.
Por alguna razón, la contenida inmovilidad de mi mano vence a los muslos que se separan perezosamente. Los dedos se precipitan en la húmeda carne que ha quedado indefensa.
Y siento como palpita esa perla dura y a duras penas oculta, acompasándose a los latidos de mis ásperos dedos que contienen la respiración en una asfixia de puro deseo.
La carne diosa se hace más blanda, elástica y holgada por momentos, como si supiera que tiene que ser penetrada, bebida, besada, lamida, mordida…
Y sin que te des cuenta, un ligero estremecimiento de tu vientre frío empuja, conduce mis dedos a la gruta del suspiro.
Ahí dentro palpitan y arden de fiebre. Chapotean ahogándose en tu agua espesa en gemidos líquidos.
Y tu boca parece el reflejo de tu coño, de tus labios húmedos surge un suspiro como un vapor de obsceno placer que queda flotando en el aire que ambos lamemos. Un gemido que detiene el corazón y el tiempo cuando tus muslos tiemblan intentando gestionar toda esa invasión de placer, de posesión inmediata e inevitable.
No lo puedes ver, pero tus pezones se erizan en la ansiada agonía que suspiran tus cuatro labios carnales.
Los que maman, abrazan y tragan. Se dilatan y contraen a distintos ritmos en una caótica coreografía pornógrafa y hermosa.
Aunque solo apoye mis dientes hambrientos de ti en tu vientre sísmico, respondes con un espasmo que parece conectar directamente a mi bálano que se balancea inquieto buscando meterse en ti salvajemente.
Sin piedad.
Y así es como se gestionan las hendiduras y los dedos.
Mi paranoia de amarte.
Sin piedad, sin paz… Una lucha hedonista.





Iconoclasta



10 de septiembre de 2018

Actos antitéticos de amor y dolor. De alegría y muerte.

Acto 1°

Nuestro amor es la verticalidad profundamente clavada en la vida.

Los ojos que lloran sangre vieja configuran con precisión angular la horizontalidad de la muerte.


Acto 2°

La vida muerta es el último suspiro y dura hasta que los pulmones se asfixian de espanto y muerte. Y es eterna.

La vida bella es un pezón erizado durante el gemido lácteo que chapotea indecente en nuestra cópula. Dura un nanosegundo.


Acto 3°

La muerte absoluta es el cadáver que suspiró hace unos segundos. La rigidez será inexorable.

La dulce vida es un semen que se escurre perezoso de tu vagina aún palpitante.


Acto 4°

En la habitación de al lado hay un cadáver.

En la habitación de al lado de la del cadáver, sonreímos y susurramos banalidades abrazados.


Acto 5°

Amar es el acto vertical de crueldad y exclusión más bello.

Morir es una intrascendencia horizontal que no importa a los amantes verticales.




Iconoclasta

13 de enero de 2017

Oda a la riqueza y al placer negro



"Te cubriré de oro y joyas, de piedras preciosas engastadas en gemidos lascivos, bañadas de dulce y espesa sangre."

Ciudad Vieja de Jerusalén. Donde inicia la comercial calle Jaffa, en un pequeño local interior; un orfebre joyero pule y da brillo a las piezas que ha tallado y moldeado en su taller. Tiene que detenerse a menudo para secarse las lágrimas de los ojos y calmar el temblor de las manos.

"Dos finos anzuelos de oro traspasarán los labios de tu coño, unidos con cadenitas prendidas a dos esclavas en tus muñecas.
Que cuando tus manos se alcen tu vagina se abra como una orquídea ante mí, para mi boca, para mi corrupto bálano goteante..."

Aquel día, hace siglos, hace apenas doce días; sus hijos al llegar de la escuela le preguntan dónde está mamá. Les miente que ha tenido que tomar repentinamente un vuelo a Ámsterdam: el abuelo se ha puesto muy enfermo.

"Coronas de diamantes y rubís con finas agujas de platino en su interior para tus pechos, para coronarlos. Que las areolas y los pezones asomen por encima de toda esa riqueza con soberbia. Y lamer la sangre que manará suavemente por tu pecho y abdomen por cada embestida que pegaré en tu coño, agitando violentamente así tus tetas coronadas.
Te mortifico... Te odio y te amo..."

La cabeza de su esposa cuelga del techo tal como le indicó aquel engendro, no la ha descolgado. A aquel ser le acompañaba el olor a descomposición de la carne. La fetidez de la maldad absoluta. Entró en el negocio familiar, saltó con tranquilidad sobre el mostrador de la tienda, tomó a su esposa por el cabello y con un hacha que sacó de la cintura del pantalón decapitó a Batiofi antes de pronunciar una sola palabra.
Como si hubiera entrado... No, simplemente irrumpió en su cerebro, lo obligó a no llorar, a no gritar. Se sintió sucio por dentro, quería lavarse la sangre.
Le bloqueó el alma y el cuerpo en una exhibición de hediondo poder.
Quería evadirse de ese horror absoluto que es estar prisionero en un rincón de tu propio cerebro.
Y prestó toda la atención del mundo a lo que 666 le exigió. 

"Un espéculo bucal de acero con diamantes engastados para inmovilizar abierta  tu boca y follártela."

- Eres Guibor, el mejor orfebre de Tierra Santa. Lee este poema. Quiero que fabriques cada uno de los objetos que enumero. Si en dos semanas no lo has conseguido, decapitaré a tus hijos en la escuela, en hora de recreo, ante todos los primates. Y luego te arrancaré la piel del cuerpo y no dejaré que te desmayes. Pregunta a tu Yahvé, si no me crees.
Y toda la familia os pudriréis de dolor y miedo en el infierno. Y el infierno soy yo.
Y soy eternidad. No habrá descanso a vuestro dolor y sufrimiento.

"Un fino cilindro de plata labrado en basto para llenar tu ano palpitante cuando gozas."

Guibor observa aterrorizado el 666 escarificado en carne viva y siempre sangrante en el antebrazo de Satanás.

"Gruesos cordones de platino ceñidos a tus muslos y sujetos a cadenas y argollas de titanio placado en oro, para que no puedas cerrar las piernas, para que el agua de tu coño corra libre en todo momento.
Pornográfica y suciamente abierta a mí."

- Puedes fundir todo este oro y platino y usar las piedras necesarias. Son viejos tesoros, algunos con miles de años de antigüedad -le dijo 666 dejando sobre el mostrador una vieja mochila de lona repleta de joyas.

"Una pinza de oro en el clítoris para aislarlo y sensibilizarlo. Y desesperes cuando sople en él todo mi deseo y toda la maldad que te ama.
Una máscara de plata esmaltada en negro. Con los ojos ciegos para que no puedas ver los abusos que cometo en tu cuerpo y en tu mente.
Una jeringuilla damasquinada para que el dolor se convierta en libidinosa paranoia. La clavaré en una de las palpitantes venas de tus pechos coronados y la heroína y YO seremos sangre hirviendo en tu coño, pulsando con dureza en tus pezones.
Y yo... Yo me estrangularé el pene con una vieja cadena sucia y oxidada hasta casi gangrenarlo, cuando escupa mi semen en tu boca abierta sin piedad.
Esta es la riqueza y el placer que te prometí. La que te ofrezco con el glande dolorosamente henchido de sangre."

Te quedarás con lo que sobra y tú y tus hijos Idan y Jadash conservaréis la vida. Es el precio de tu trabajo.

La Dama Oscura se golpea el clítoris con cada palabra que 666 recita de su Oda a la riqueza y al placer negro.
Con los dedos separa los labios de la vagina y orina ante los pies de 666. Toma de un clavo de la pared de la cueva un antiguo aro de hierro de una cámara de tortura inquisitorial y lo cierra en el bálano duro de su Ángel Caído.
666 ruge con una ira feroz y con él, hacen coro con bramidos de terror las almas condenadas que padecen eternamente en el infierno; creando así el más espantoso de los coros que cualquier criatura creada por Dios pueda soportar.
Porque las almas temen que un nuevo dolor se sume al  que padecen.
Si pudieran morir...
Toma con violencia la negra cabellera de la Dama Oscura y la obliga a mamársela.
Ella vomita y él eyacula.

Guibor llorando y soportando el dolor de la muerte de Batiofi, se apresura en su trabajo con la esperanza de salvar la vida de sus dos hijos.
A pesar de que Yahvé, mediante el ángel Etienel, le comunicó que 666 los matará y arrastrará sus almas al infierno.
Y Guibor pensó entonces que no tenía otra cosa que hacer antes de morir.
Y en porqué su Dios no los salvará.
La verdad le ha sido revelada y en silencio clama la blasfemia: porque el verdadero Dios es 666.
Su credo se ha venido abajo. Todas las promesas y amenazas que le inculcaron se han quedado tan muertas como los ojos de su amada Batiofi cuya cabeza decapitada se balancea sin ser necesario y su rostro ya putrefacto, parece vivo de sufrimiento.

666 sentado en su trono de piedra, acaricia distraídamente el monte de Venus rasurado de su Dama Oscura que reposa con desidia en sus piernas.

Es la noche del decimotercer día. Guibor envuelve los objetos fabricados y los coloca dentro de la mochila con una Estrella de David rota, bajo la cabeza de su esposa.
Sube a la habitación de los niños y los mata de un tiro en la cabeza. Luego se mete el cañón de la pistola en la boca y es el fin del mundo.

666 sonríe, su encargo se ha realizado con puntualidad.
- Mañana te coronaré con semen, placer y sangre Emperatriz del Infierno, mi oscura puta.
Ella sonríe y aprieta sus muslos excitada.

Siempre sangriento: 666



Iconoclasta
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10 de noviembre de 2016

No es sexo fácil




Si digo que quiero atenazar tu coño con mi mano de dedos crispados, mordiéndome el labio con lujuria, no es pornografía. No es una banalidad.

No es sexo fácil.

No es pornografía.

Mis dedos invadiendo tu coño es la más primigenia posesión y deseo.

He tardado eones para encontrar a quien decírselo, para llegar a este momento de ansiedad apenas contenida.

No puedo ser más serio, no puedo ser más profundo cuando expreso mi deseo de joderte sin cuidado.

Soy demasiado primitivo para expresar sutilezas. Mi falta de inteligencia la compenso con un amor brutal.

Con una aparatosa y vanidosa violencia sexual.

Abofetearte las nalgas cuando te penetro apoyada en la mesa no es masoquismo, no es simple machismo.

Es que quiero dejar una huella en tu piel, necesito convencerme con el rabo bombeando dentro de ti, que eres mi sueño, que duraré en ti más allá del momento en que eyacule mi leche hirviendo.

No quiero dejar de ser a tu lado, quiero que quede en tu cuerpo algún rastro de mí.

Algo que justifique toda esta vida que te he estado buscando.

Eres el amor puro y brutal que me dobla, el que creía no posible.

Es lógica mi locura, mi miedo a no trascender en ti, dentro de ti.




Iconoclasta

21 de octubre de 2016

Escamas entre tus dedos



No quiero ser un buen hombre sensible y comprensivo.
No quiero ser tu confidente o amigo.
Tu apoyo moral...
No quiero ser guapo, ni fuerte.
Ni siquiera ser hombre.
Deseo ser una bestia reptante entre tus muslos. Que me amputen los brazos y las piernas si es preciso.
Fascinarte con mi repulsión, sacar de ti lo más morboso y no puedas evitar separar las piernas para que mi lengua azote nerviosa tus ingles y llegar a tu coño por la vía de un placer tan inevitable como repulsivo.
Clavar mis colmillos y sorber tu clítoris.
Vampirizar tu vagina temblorosa...
No quiero que me ames, solo roza mi cabeza cuando entre en tu coño. Y sabré la verdad: a pesar del asco, me quieres dentro, retorciéndome en tu sexo baboso como yo. Causando vibraciones casi eléctricas que estimularán tu clítoris hasta hacerlo enorme.
Porque es enorme como un universo.
Desesperándote en la indefinida frontera de la repulsión y una hedonista adicción que destruye voluntades.
Acariciar con mis húmedas escamas los labios de tu coño al entrar.
Siseando obscenidades que rimen con tus gemidos de placer y alarma.
Que susurres "Dios mío" al sentir entre tus dedos mis escamas deslizándose dentro de ti: impías, viscosas en tu sexo tan abierto, que parece destripado.
Te diré que yo soy Dios, el creador y tu dueño. Que estoy formando un universo en tu coño. Que obligo a tu mente que observe el mundo a través de visión infrarroja y animal convulsionándome entre tus muslos.
Mi cola asomará entre tus piernas como una obscenidad indomable que lanza violentos latigazos.
Cierras los puños y separas las piernas hasta el dolor, porque quieres más.
Porque quieres como yo lo que nadie nos ha dado jamás: lo extraordinario, lo imposible. La puerta de emergencia de este decorado insulso en el que nos encontramos.
Córrete, báñame, ahógame dentro de ti. Contrae tu coño y hazme sentir que me aplastas, acaricia la inquieta obscenidad que asoma entre tus labios obscenos y secretos.
No soy hombre, soy un desesperado y brutal deseo reptil sin amor, ni cariños, ni compresiones.
Solo voraz de ti.



Iconoclasta

10 de octubre de 2016

La dimensión amor


No tengo lo que quiero. No estoy donde debiera.
¿Cómo puedo reparar el error que soy?
No es cuestión de espacio, ni cuestión de tiempo.
Es un problema dimensional.
El amor es la dimensión perdida, ignota.
Ahora lo sé.
Es la dimensión hermosa y trágica que pervierte, desfigura y hace espejismo de las dimensiones táctiles que rigen el cuerpo y el entorno.
Los brazos vacíos de ti demuestran que eres mi dimensión absoluta. Porque abrazo el aire que tú deberías ocupar y siento la dicha de la calidez de tu piel.
Y la pena de un vacío que me dobla al instante siguiente de ser consciente de que solo es aire lo que templa mi alma.
Mi semen es un condensado de pena y frustración cuando me aferro al pene con la ira de no tenerte.
Y otras veces mi semen brota alegre, blanco y lleno de vida. Cuando dices que me amas con tus pechos obscenamente endurecidos por esos descarados pezones.
Ahora, en este instante es deshecho de miserias, errores e imposibilidades.
No sabía que pudiera correrme con un llanto desesperado. Mis dedos gotean una miasma de la tristeza.
No lo supe hasta que te encontré hermosa, imponente... Hiciste un demente de mí con dos palabras.
¿Entiendes por qué amar es tragedia?
No podemos fundirnos el uno con el otro como se funde el pensamiento.
La parte física es un problema irresoluble.
Y miro a mi alrededor con la boca sucia del vómito que produce la náusea vertiginosa al retornar de tu dimensión y todo es desconocido.
Desconcertante en su falta de color y sonido, en el frío que cala el alma y la hace de piedra.
Eres tú la dimensión que me falta para ser completo en todo momento. Eres tú la que lo llena todo de color y luz, de formas indefinidas y apasionantes.
Rompes la vulgaridad y mi tristeza.
No tiene sentido en las dimensiones vulgares abrazar el aire, que mis labios formen un beso que cae al suelo hecho añicos sin llegar a ningún lado. Y sin embargo, son cosas que cometo sin pudor.
Por eso creen que estoy loco. Sin embargo, ellos no saben, no sufren la dimensionalidad del amor trágico. Tus pechos obvios, tu cuerpo rotundo, tus manos en mi pene pulsante... Son precisas y concretas ondulaciones en mi dimensionalidad, en la nuestra.
Ellos no saben, no ven, no sienten.
Y no estoy loco porque reconozco la inmensa tristeza de no tenerte.



Iconoclasta
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7 de octubre de 2016

Salvajes deseos



No sé cómo, ni dónde, ni con quién vives. Ni a quien amas.
No me interesa.
Y si alguna vez lo supe, lo he olvidado.

Metértela anula cualquier otra consideración en mi mente que no sea tu piel y desgarrar tu alma con mi rabo y mis uñas.

No quiero saber nada de ti ahora y lo que sé, lo anulo; me basta con arrancar violentamente tu blusa.
Tan violentamente que se pudiera decir que es violación.

No me dan miedo las palabras para susurrarte puta al oído.
Y  la envidia la capto mejor de lo que quisiera.

Me gusta que los ojos vacuos de los ajenos sientan envidia al ver como te penetro con brutalidad y gimes impúdica conmigo dentro.

Clavada a mí, clavado a tu coño. Rezumando entre la cópula viscosos líquidos de un placer que es más de bestias que de humanos.

Quiero hacer de nosotros un sucio pensamiento en la mente mediocre de los ajenos.

Alguien pudiera pensar que estoy loco, alguien pudiera decir que no te merezco; pero también podrían morir al tiempo que lo expresan ante nosotros, ante la cópula cuasi animal.
Te follaría encima de cadáveres, ignorándolos.

Que rabien rechinando sus dientes mientras los míos amenazan tus pezones ofrecidos con tus propias manos crispadas, temblorosas.

Separa tus piernas, sé obscena y méate ante el mundo gritando tu placer.
Méate, méate, méate...

Córrete, puta.
Y acaríciate con los dedos sucios de mi semen.

Córrete para mí, ante ellos y su sudor insano que les resbala por la frente como un cáncer viscoso y caliente.

El deseo es salvaje...
No... Somos nosotros los que hacemos salvaje el deseo.




Iconoclasta