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1 de marzo de 2024

lp--Amor y dolor de número cuatro--ic


Ivana Cardenal es una mujer construida a sí misma, con todo detalle, con toda su fortuna.

Consejera delegada de la cosmética Divina Piel fundada por su padre ya muerto, tiene apenas cuarenta años.

Su belleza tallada y depurada al milímetro con bisturí, al admirarla por primera vez inspira una especie de ternura ante su aparente fragilidad, es una muñeca perfecta, con algo más de uno sesenta de estatura, una veinteañera universitaria pija de rostro dulce en la larga distancia. Frente a mí, follándola aquel primer día, una de las mujeres más regias y lujuriosas que pudiera imaginar.

Y un poco más allá en el tiempo, una perversa y subyugante amante.

Hoy, una alienígena del dolor y el placer. No puedo creer que haya en el planeta otro ser como Ivana.

Soy su número cuatro. Porque pronunciar mi nombre me hace vulgar.

Estoy de acuerdo.

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Has hecho de mí una puta de tu harén.

Mi rabo despellejado sólo obtiene consuelo de tus manos y boca. Estoy enganchado a ti como el yonqui al caballo.

Soy una natural consecuencia de tu existencia. Tienes mi pene en tu puño y tú me gobiernas.

No pienso, no decido. Eres mi paz.

Y mi animalidad simple y brusca.

No hay sumisión en mí, ser tuyo no requiere ninguna humillación, es un estilo de vida natural.

No necesito más.

Me maltrato la polla herida y enrojecida para que la cures durante más tiempo. El bálano dilata el prepucio irritado intentando emerger, buscando la entrada de tu coño. Está tan devastado el pellejo, que parece rasgarse.

Estoy a la espera de tu auxilio.

Quiero correrme en el algodón y tus dedos. En las gasas y tus dedos.

En tu boca y las tetas.

Hubiera sido mejor que te gustara la mermelada o el helado; pero no importa.

El chocolate caliente y espeso como la cera, cuando hace su trabajo, doler, me arrastra a una eyaculación sin caricias, sin tocarme.

Y el chiste está en que es chocolate con leche el que lamerás. Es algo que tenías previsto...

Antes de la cura, antes de follarme como a una puta descerebrada, me masajeas los huevos para estimular la producción de leche y su calidad como si fuera un cerdo semental.

Lo sabes todo...

Soy tu macho de establo, tu animal de monta.

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Dos años atrás la conocí en un restaurante, La Aguja, en el centro de V. Entró y el camarero le dijo que no había mesas libres, excepto la mía, una pequeña para dos.

El camarero se acercó y me preguntó con discreción si me molestaría compartir la mesa con la señorita. Le respondí que no había problema. Y se dirigió de nuevo a la entrada para guiarla cortésmente hasta la mesa. 

No era un restaurante de lujo, sólo de moda. Casi adocenado; pero con una carta bien equilibrada en calidad y precio.

Le espeté muy serio, cuando el camarero le sirvió un vermut, que no estaba dispuesto a cederle mi sitio a su novio que muy astutamente la esperaba fuera.

Y rio como si no fuera dueña de una empresa, como si no fuera espectacularmente hermosa y voluptuosa.

Una diosa petite...

Le comenté que era mecánico fresador y que había ahorrado todo el año para poder pagar la comida de hoy en el restaurante.

Ella con sincera indiferencia dijo que era la consejera delegada de Divina Piel, o sea, la dueña. En ese momento puntualicé, que además de mecánico era un mierda y escupió en el vaso parte del vermut que estaba tomando. No se le borró su sonrisa perfecta y multimillonaria del rostro, sobre todo cada vez que me atendía cuando le hablaba de alguna banalidad.

Tras la comida y un breve paseo por la avenida Cervantes, donde tomamos algo refrescante en una terraza a la sombra de un toldo, me condujo en su deportivo a su piso-palacio, en la zona alta.

Literalmente me folló, no me dejó iniciativa alguna, sacó lo mejor y lo peor de mi con su coño, boca y dedos, casi con agresividad; la llamé “puta zorra millonaria” cuando se corría porque todo en ella me decía que debía ser bruto. Su vagina estaba diseñada y remodelada para que entre los recortados labios, el clítoris asomara salvaje y brillante sin pudor desde un prepucio también reducido. Era tan fácil rozarlo... El coño abrazaba con perfección el pene, untándolo de sí misma en una visión hipnótica. Un foco de luz inteligente iluminaba la cópula.

Estoy seguro de que caminando debía padecer orgasmos con el roce de la braga.

Los pechos estaban tallados con simétrica precisión, forjados sin una sola imperfección, pesados y densos. Los pezones al excitarlos entre los labios, se hicieron duros rápidamente en mi boca y asombrosamente grandes.

“Hazme daño” me ordenó jadeando. Y mordí ligeramente. Con la mano, empujó mi barbilla arriba para que cerrara más los dientes. Su coño desflorado se oprimía contra mi muslo y derramaba su humedad y calidez; la enloquecedora presión del endurecido clítoris, perfecto, grande y brillante como una perla bañada aceite, me follaba la pierna.

Las areolas se habían diseñado artificialmente grandes y del color de un café con leche pálido. Resbalaba la lengua en ellas como si hubieran sido pulidas.

Exuberante en extremo para su talla, aquel busto le confería una autoridad añadida a su actitud agresivamente dominante y depredadoramente sexual.

Pero solo fue un aperitivo, nos dimos un descanso y tras encender un par de pitillos de maría, puso a calentar chocolate en la cocina. Sus poderosos glúteos se movían pesados cimbreando obscenos con cada paso que daba. Los muslos retocados, daban una buena perspectiva de la preciosa vagina.

Le dije que aún no tenía hambre y respondió que no era para comer.

Y cuando me ordenó lo que debía soportar, lo hice. Era imposible negarle nada.

Antes, me dejó limpiar con los labios la sangre del pezón izquierdo.

Luego... Nunca me había brotado el semen con un orgasmo negro, el del dolor.

Mientras curaba con habilidad profesional (había contratado a un dermatólogo para que la instruyera en las curas y cuidados necesarios) las lesiones del pene y los testículos, manifestó que lo que más disfrutó de crearse a sí misma, fueron las prolongadas y dolorosas cirugías en los puntos más sensibles de su anatomía. No había asomo de sarcasmo en sus palabras. Si ella pudo soportar aquello, sus machos también debían soportarlo; sentenció besándome la boca con el puño cerrado en mi polla vendada.

Quedó satisfecha y me compró.

No pude negarme a ser de su propiedad, ni siquiera lo sopesé.

Compró un lujoso chalé en una elitista urbanización a treinta kilómetros de V, una pequeña casa de dos pisos entre frondosos robles y abetos imponentes, a medio kilómetro de la casa más cercana del vecindario, montaña arriba.

Ivana me llama cuatro, porque soy el número cuatro de su harén de machos. No es por orden de importancia, es por orden de adquisición. No tiene ningún favorito y no puede prescindir de ninguno. Nunca nos conoceremos entre nosotros, porque simplemente no queremos saber nada los unos de los otros. Sólo importa follar con ella, el fin de semana  o la noche o el día. Cuando quiera.

Los nombres provocan emociones, evocan recuerdos más allá de la persona y por ello, a ninguno de sus machos los llama por su nombre.

La última vez que me llamó Carlos, fue antes de que me follara en su casa.

Con ella, dentro de ella, entre sus manos, entre sus órdenes y deseos. Mi semen deslizándose por la cara interna de sus muslos y sus pechos agitados por los últimos jadeos de la explosión de placer... Mi pene herido, los testículos atormentados... Eso es lo que espero, el resto del tiempo tengo mis aficiones.

Me siento amado y deseado. Y ser propiedad de lo que amas es tan indigno como ser el presidente o amo de una nación, por ejemplo.

Cobro yo más que su CEO o director general de Divina Piel.

Una de sus exigencias fue eliminar completa y definitivamente el vello genital y del culo, ella pagaría el tratamiento. Le respondí: Vale.

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Y otra vez la doliente erección y ese cíclope ciego e idiota hinchándose de sangre, poniendo a prueba la integridad de la ahora frágil y elástica piel que lo cubre. Aprieto los dientes ante la proximidad del pornográfico dolor y temo mirar todo ese concentrado de dolor en forma de piel tierna reciente. Amarte es doloroso, ha sido doloroso este mes estéril sin meterme en ti como un parásito.

Tiene sentido que tu coño sea un lugar frío y húmedo, confortable por decir lo mínimo.

Me dijiste al conocerte: La forma más elevada del placer llega tras un prolongado y elaborado dolor.

Veo la lógica en ello. Aunque hasta entonces nunca había pensado en esos términos de lesiva y estudiada crueldad.

Mi placer era una vulgaridad más.

Correrse tras un dolor profundo y cultivado es liberación absoluta. Trascender descendiendo a las más atávicas emociones de la especie humana.

Tras haber lamido el chocolate ya frío desde los cojones hasta el capullo y descubrir las quemaduras, untas vaselina en la piel herida y también en tu ano. Acuclillada sobre mi vientre manejas dolorosamente el pene llevando el glande hasta ese esfínter musculoso que es una compuerta inviolable, que duele forzar.

Apenas tengo sensibilidad en el escroto, has clavado tantas agujas atravesando la piel que parece un erizo, púas que me arañan los muslos.

Es un misterio cómo puedo mantener la erección.

“Te la arrancaré si no empujas” mascullas clavando las uñas y doliéndome un millón de unidades. Y empujo, el esfínter cede y se traga con aspereza la polla hiriéndola más. Te quejas como una puta hambrienta y colocada. Tu intestino arde y siento que me van a estallar los huevos. Pienso que de alguna forma has aspirado la vaselina por el culo para que me duela, que tienes esa maldita habilidad.

Noto tu dolor, los espasmos de tu esfínter intentando sacar todo eso que tienes clavado y estrangula mis venas. Y no soy capaz de saber si estoy soltando leche o sangre en tu tripa.

Estoy sangrando, el prepucio se ha rasgado. Otra vez...

Padeces un placer paranoico y oculto entre el dolor, mi polla y la mierda que amasas agitando las nalgas y aplastándome alevosamente los cojones. Y sé que gozas el triunfo del depredador, de tenerme inmovilizado y listo para la ejecución. Eres la reina de asesinos...

Lo sé porque tu coño, a pesar del culo dolorido, desprende filamentos de densa humedad y tus dedos se mojan en él al golpearte el clítoris.

Amarte es fácil y follarte tan complejo como un ritual de transmigración aún en vida.

El brillo sanguíneo de tu mirada es característico de tu fiera y devastadora sensualidad.

Te elevas sin cuidado y siento que parte de mi pellejo se queda entre tu acerado ano.

No puedo evitar gruñir, tal vez gritar de dolor. No sé... Y te clavas a mí de nuevo llenando tu coño resbaladizo y asombrosamente tibio.

Me dices: “Si te anestesiara, tu semen frío cerraría mi coño”.

Me encantan tus lecciones de técnica de fluidos, en serio.

“Deja que te duela”, sentencias corriéndote.

Y es como si me succionaras también la sangre, siento dolor en los conductos seminales por la velocidad con que corre hacia tu coño el semen.

La vagina y ese ano acerado, inyectan en el glande un amor que se extiende por todo mi cuerpo.

Amar duele, es literal. Y no quiero que deje de doler nunca.

He pasado unos segundos en blanco y estás entre mis muslos. Me muestras en tus manos, con una sonrisa vanidosa, la aguja y el hilo de sutura esperando que el pene quede lacio.

Suturas el prepucio rasgado sin miramientos, a la tercera puntada pierdo el conocimiento. Y despierto cuando tu lengua lame los puntos antes de aplicar yodo.

Cuando vendas el pene provocas un placer relajante, y lames la gota de semen desleído, como un calostro que brota del meato sin mi permiso: “Mi número cuatro, no se rinde a pesar de estar hecho una mierda”, bromeas.

Dejas en la mesita la caja de antibióticos: “Cada ocho horas los cuatro primeros días. Y los puntos los quitaré yo, no los toques”.

Sacas las agujas del escroto, la docena que lo cubren, algunas las extraes con rapidez y en otras te recreas mirando mi rostro tenso. Aplicas pomada antibiótica y ya sí que no puedo evitar que mis ojos se cierren, estoy cortocircuitado.

Despertaré con el pene vendado, tratado con pomada para quemaduras y antibiótica, sin ti de nuevo, con los cojones también oprimidos con gasas.

Y observaré esos quinientos euros sobre la mesita que evocarán lo pasado y apretaré los dientes temiendo una erección que tensará los puntos recientes.

Es tu juego, te gusta pagarme para hacerme sentir cosa.

No podré masturbarme evocándonos al menos en tres semanas y con cuidado.

Somos cuatro tus propiedades, porque cuatro semanas es el tiempo prudencial para que sanen las lesiones y usarnos de nuevo.

En un mes mi rabo estará operativo de nuevo y me llamarás desde tu despacho, para concertar otra cita, sonriendo divertida.

Llegarás a casa como si yo no fuera la puta que soy y tú mi ama: “Hola maridito cuatro”.

Y cuando empiece a hervir el chocolate, me estiraré en la cama alzando las piernas sobre los estribos de acero, para que el chocolate haga su trabajo en profundidad.

No sé cuanto pierdo de mí dentro de ti cuando me follas, pero no importa.

Yo elegí y tú no tienes piedad. Es perfecto.



Iconoclasta


14 de febrero de 2024

lp--No hay nada peor…--ic

No hay nada peor que su ausencia en los momentos más bellos y emotivos, cuando todo está bien.

No hay angustia mayor que asistir a un movimiento planetario y no cerrar mi mano en la suya, con aquella inocencia infantil que sin el conocimiento, convertíamos el anochecer en actos cosmogónicos.

Ahora somos simplemente cósmicos, flotamos en el universo como accidente. No hay heroicidad o magia alguna. Ni la necesito.

No quiero ser épico, solo arrastrar mis labios sedientos por su piel sin ninguna elegancia.

Y es dos veces bueno flotar con ella sin más misticismo que su franca mirada intimidándome.

Soy una esencia elemental reaccionando a su sensualidad electrizante, no es difícil imaginar que es ella quien crea las auroras boreales aunque se encuentre en el ecuador mismo de la Tierra. Y yo soy el resultado: los mantos de colores extendiéndose en el cielo mortuorio.

Ella me disgrega.

Me atomiza el alma y soy su aura oscura y ardiente.

No hay angustia mayor que el dolor de mi rabo duro y que no sea su mano la que calme el palpitar de las venas que lo recorren.

La busco en la belleza y la armonía, en la serenidad y la musicalidad silenciosa de una cucharilla haciendo girar el café al empezar el día.

La busco para metérsela sin piedad.

No quisiera que estuviera conmigo en las malas situaciones, no quiero ni puedo ser causa de aflicción en quien amo.

No le veo la gracia a eso de: “en la riqueza y en la pobreza, la salud y la enfermedad, la dicha y la tristeza”.

Las tristezas, dolores y desgracias se deben gestionar en soledad y demostrar fortaleza. Cuando digas que todo está bien, debes ser convincente.

El amor no es un asilo, un refugio o una enfermería.

No debe ser necesidad, sino hedonismo.

El amor no busca salvar el mundo, sólo tenernos a nosotros.

Las malas cosas son la mala hierba que parasita y pudre el amor.

Hay que mantener la basura lejos.

Y hallarnos juntos ante la bellas enormidades lloviéndonos en el alma y la piel.

Esto no es una declaración de intenciones, sino de convicciones.

Y sí lo es de amor, cielo.



Iconoclasta


8 de enero de 2024

lp--Un elogio a la ternura--ic

 


El viento ululaba poderoso y tenebroso entre las ramas desnudas y las frondosas perennes. Entre los retorcidos arbustos y las alegrías del viajero que, como arañas de algodón se ofrecen como alimento a la esperanza en los márgenes del camino.

De repente, una ráfaga de aire hacía del ulular un bramido de algo que cae y aplasta; tan fuerte que me hacía perder el equilibrio. El aire colisionaba tan rápido contra mi rostro, que no podía respirarlo, se me escapaba...

El caos me disolvía como una escultura de arena, creía diluirme arrastrado en partículas infinitesimales.

Y miré al sol, pidiéndole el calor que el viento me robaba: ¡Vamos hombre, no puede hacer daño un rayo de calor!

De repente la epifanía... Era ella y sus labios cálidos confortando los míos quebrados en un acto de indisimulada urgencia.

Apartó el viento de mis oídos para susurrarme cosas incomprensibles, secretos que me hacían vibrar el alma. Yo inclinaba el oído hacia su boca con un placer de ojos entrecerrados al hacerme cosquillas, tiernos escalofríos con sus labios percutiendo pegados a mi piel.

Siempre habla graciosa y rápida transmitiendo poderosamente la certeza y la paz de que todo está bien. Sus ojos esplenden rayos de amor como dos estrellas.

Algunas ramas descendían hacia mí porque el viento, absurdamente, soplaba demente del cielo a la tierra. Y me quité un guante para sentir sus dedos entre los míos.

Mi pierna-árbol de resquebrajada corteza rompió las raíces que la anclaban angustiosa y vergonzosamente a la tierra cuando ella alegremente tiró de mí.

No recuerdo cómo volé y por dónde de su mano, cuánto tiempo pasó hasta que me encontré frente al portal de casa.

Todo era ella en el mundo.

Recuerdo un último beso veloz como sus palabras de amor.

Mantengo el sabor y la calidez de sus labios aún en los míos como una prueba forense de su existencia.

Me sonreía con el cabello deliciosamente revuelto, montando una ola de viento hacia su mundo. Yo sólo acerté a decir: ¡Adiós, amor!

Como un apóstol, escribí lentamente su epifanía.

Para que la demencia no la olvidara.

Un testamento a nadie.

Un evangelio apócrifo en el que me refugio cuando tanto la extraño perdido entre el viento rugiente.

Releyendo o reviviendo lo imposible que ocurrió, mis dedos se mueven inquietos entrelazándose en los suyos.

Y durante un instante inconmensurable, la realidad se fractura y un viejo niño vuelve a sonreír con la mágica tristeza de un viento cálido escapándose entre sus dedos con el rostro aún iluminado por tres soles.



Iconoclasta

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11 de noviembre de 2023

lp--Pedazos de ti--ic


Bajo la lluvia de hojas que la brisa arranca de los árboles, no puedo dejar de pensar que me llueves a pedazos.

Pedazos de amor que caen sobre mí como caricias cálidas y serenas, que crepitan como gotas de agua seca en mi sombrero, pedazos de ti que dan el sonido de tu voz a mi caminar.

Pedazos de amor untados en dulce mermelada de melancolía...

Y quisiera tener ese don de despedazarme y lloverte fundiéndome contigo. Que el viento nos arrastre juntos y tus cabellos sean una vela henchida sin más rumbo que nosotros mismos.

Quiero ser contigo un collage de hojas pequeñitas y revoltosas que tracen nuestros propios senderos de delicados chasquidos.

Pedazos de nosotros...

En algún momento me abandoné a amarte sin medida y se revelaron todos los pedazos de ti ante mis ojos, en todos los lugares. Pedazos de tu cabello, de tus ojos, de tu voz, de tus gemidos, de tu piel toda y de tus cuatro labios que hacen del amor y el deseo, arrebatos de voracidad carnal.

Pedazos de tus pechos oscilando sobre mi boca cuando te clavas a mí.

Pedazos de tu rostro aún somnoliento al despertar.

Pedazos de volutas de humo cambiantes que exhalo fascinado frente a ti con el primer café del primer día contigo.

Despertar contigo es nacer de nuevo, cada amanecer es el primero y es rotunda tu existencia en mis pulmones.

Cada día llueves sobre mí, y te haces eterna como el planeta, sus mares, montañas y cielos.

Miro arriba, al cielo de ramas sobre mi cabeza, e intento hacer pedazos de los besos tiernos que se forman con añoranza en mis labios, cuando arrecias tus hojas de amor sobre mí y mi soledad.

Pero mis pedazos no tienen la musicalidad y la sedosidad de los tuyos. Y suspiro, no por cansancio, sino por mi incapacidad de llover bellamente sobre ti.

No tengo tu poder, cielo.

Misericordia...

Sólo tengo tus pedazos; la certeza de tu existencia y tus palabras grabadas a fuego bajo mi piel, profundamente.




Iconoclasta

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30 de septiembre de 2023

lp--Un puro acto de amor--ic


He evocado tus gemidos y espasmos al correrte.

Tu “me corro” como un suspiro agotado y los pezones endurecidos rozando mi pecho al desfallecerte sobre mí.

Y me he mordido el labio hasta herirlo.

Con la boca ensangrentada me he derramado en la tuya.

Y aunque nadie lo pudiera pensar, todo ello ha sido un acto de puro amor.

Porque nadie podía intuir cómo nuestras almas se escurrían por las pieles viscosas de la obscenidad hambrienta y voraz.

Nada es sencillo contigo, cielo.

Y las almas se confundieron la tuya con la mía.

Nos miramos confusos ante el caos que provocamos.

Luego llegó el dulce sopor de las pieles satisfechas.

No podría ahora decir te amo, sería una parquedad injusta.



Iconoclasta

25 de septiembre de 2023

lp--Mi afilado amor--ic


Tengo el amor tan clavado en la carne que es imposible ignorarlo.

No hay día que esa astilla no se mueva y libere un doloroso placer enrojecido de una delirante esperanza, una ilusión cuasi infantil.

Y sin tocarme, se me derrama un semen como un lamento…

No hay día que cuando sangra al moverse, me libere de la carne haciéndome vapor hacia donde habita.

Soy nubes rectas como flechas, deshilachándose veloces para clavarme entre sus muslos.

Mi puño veloz como ellas fustiga hasta despellejar el deseo del cíclope amoratado y ciego. Mi bálano es un volcán incruento de bebés sin esperanza de nacer.

Amar es una acto de locura y un surrealismo impío que concilia el sueño y la realidad.

Y soy crema cálida desbordándose por su coño…

Mi amor que se hace jirones en el cielo indolora y majestuosamente liberando la energía que la urgencia tiene y haciendo por unos segundos, el pensamiento algodón.

Ser aire, al fin, en sus pulmones.

Porque adonde la carne no llega, el vapor lo inunda.

Si no fuera así ¿para qué existo?

Un semen desembocando a ninguna parte por las laderas de mi pene ardiente…

Solidificándose en frío sin sus dedos que lo templen.

Tengo el amor tan clavado que no comprendo cómo puede latir el corazón.

No entiendo porque quiere latir así…



Iconoclasta

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21 de agosto de 2023

lp--Envidiar a las mariposas--ic


No puedo entender las mariposas del estómago; pero sí son razonables las imposibilidades que surgen de amarte dando vueltas en mi estómago como náuseas.

Las mariposas son la antítesis de desearte: su sutileza y mi densidad. Su volatilidad y la gravedad que me hunde década tras década en la tierra. La inmovilidad de una estrella que se consume alumbrando lejanamente las cumbres de tus pechos y ellas tan volubles volando de flor en flor.

De las mariposas adoro su belleza y volubilidad. Su universo, donde hay tantas flores.

Aquí existes solo tú, no hay más flor.

Tal vez sea que más que adorar, envidio su fugacidad y volubilidad.

No puedo ser como ellas, en mi cosmos es obscenidad.

Sin embargo, el no esperar.

Una vida sin vértigos, de luz…

Nací demasiado longevo, demasiado pesado.

Quien fuera ellas…

Una de las dos especies no tiene futuro, o es negro como la tumba en la que me hundo.



Iconoclasta

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5 de agosto de 2023

lp--La fiebre y la diosa--ic


Padezco la extraña fiebre de meterte en todo pensamiento que escribo y describo.

Es un acto irreprimible.

Y cuando todo pensamiento se agota, cuando las ideas se han secado, quedas tú.

Tú sola llenando mi universo, llenando todos los espacios en blanco.

¿Entiendes lo de “diosa”?

Porque yo siempre lo supe.



Iconoclasta


28 de julio de 2023

lp--Mirarse el ombligo--ic

 

Los hay, dicen, que se miran el ombligo.

A mí no me pasa. Me hipnotiza el tuyo e imaginar que lo penetro con la lengua inundándolo de mi baba animal espesa y cálida, cuyo río verterá en tu coño arrastrándome.

Con tus dedos aferrados a mi pelo contienes el aliento en el lento descenso a lo inevitable, mortificándome. Provocando el hervor de la leche en mis huevos pesados, doloridos por la presión del atávico deseo acumulado.

Me importa una mierda mi anodino y estúpido ombligo.

Estoy caliente y la tengo dura ¿Cómo cojones voy a mirarme el ombligo, si mi rabo colapsado de venas y espasmos domina la horizontalidad y verticalidad de la bestia abriéndose paso hacia tu alma carnal?

Quien se mira el ombligo no alcanza a intuir el acto de follar. No lo entiende.

Amarse uno mismo es el consuelo de los incapaces.

Un dinero metido en un coño a cambio de la vejación de ambas partes.

Un consuelo sórdido y patético de fracasados.

Solo miro tu ombligo, el camino directo a tu coño.



Iconoclasta

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13 de julio de 2023

lp--Arrebato de narcosis romántica--ic


Tengo una sobredosis de ansiedad de ti.

Me he chutado en vena tus palabras y sonrisas, tus sueños y amaneceres injustos.

Y mi piel destila gotas de tu alma.

Te juro que no es sudor, porque siento el cuerpo helado por dentro.

Estoy absolutamente colgado de ti.

No distingo si en mi cabeza riges tú o yo.

He esnifado recuerdos contigo e incluso he dudado de que los sueños lo fueran.

He despertado sentado en una roca a la orilla del río.

La lluvia de pelusas de los sauces, como seres celestiales ingrávidos y volátiles sobre el cauce, dibujaban tu rostro en el aire.

Irremediablemente me arrastraban a ti.

He sorbido una gota de sangre que descendía por la nariz y me he lavado el rostro con el agua fresca de tu líquida mirada.

He imaginado el planeta desde el espacio, sus distancias e inconsecuencias.

Y un repentino latigazo de solitud me ha provocado la necesidad de escapar contigo de nuevo. Escapar de la dimensión real…

Pero no me quedaba más morfina de amor.

Por el pliegue del codo una pequeña boca pide más de ti y llora una gota de sangre con hambre.

Las venas se rasgan con el ánimo.

No sé, es difícil amar y comprender.

Arrastrando mi mono de ti he caminado con un saco de tristezas que solo debe abrirse en la oscuridad y su aislamiento. En la habitación del llanto de mi hogar.

Volveré a encerrarme en mi laboratorio de amor ilegal y quemaré más palabras tuyas escritas en papeles rasgados como mi pensamiento. Y sublimaré las cenizas con lágrimas.

Destilaré la materia oscura y la esencia será de mil partes de ti por una de mí.

Las sobredosis de ti no matan; es imposible que pueda causar un daño el exceso de ti. Principalmente se debe a que no hay exceso, soy insaciable.

No importa lo que se espese mi sangre con tus palabras procesadas en mi alambique de la desesperación.

No importan las cenizas tantas veces esnifadas, adheridas en los pulmones y las impurezas que pudiera haber por mi torpeza en la elaboración.

Aunque dudo que sea una ventaja no morir por narcosis de tu amor.

Estaría bien morir suave y plácidamente. Es una dura prueba de entereza salir de la psicodelia de amarte en un momento y lugar sin ti.

Lo que no haga tu amor, el tiempo lo hará. Sin embargo, hay tanto tiempo que el desgaste es eterno como el infierno.

He alucinado en algunos viajes que esos seres que flotan sobre el río y lentamente caen en el agua, como si no quisieran, son capaces de arrastrarme río abajo y llevarme al mar cuyas todas aguas conducen a ti.

No tengo necesidad alguna de despertar, no me preocupa. La ingravidez de la inexistencia es ese descanso que buscan los alquimistas yonquis del amor, cuando se colocan con sus propias drogas.

A veces, cuando la vida duele mucho, tengo un mal viaje al meterme un jaco de tu alma y ocurren cosas horribles; la ventaja es que al despertar no hay esa tristeza que incinera la ilusión de los sueños. Sin embargo, he perdido el tiempo.

La tristeza, más hermosa que cualquier alegría, llega cuando te disipas entre las volátiles pelusas que, arrastradas por suspiros y trinos nievan blanca y cálidamente sobre el cauce del río.

Y Linda Ronstadt cierra hermosa y sensualmente su Blue Bayou…



Iconoclasta

2 de julio de 2023

lp--Tu coño de Dios--ic


Si Dios no hubiera querido que folláramos, no te habría dado ese maravilloso coño.

Dios quiere que te joda.

Y no importa lo que él quiera, sino mi locura por ti.

Dios te hizo deseable y el coño hambriento.

Y a mí para clavarme profundamente en ti y humillarme ante su gran obra carnal.

Dios hizo esos hermosos pliegues y rincones en tu coño para que pasara largo tiempo, toda la vida que me queda, tocándolo, descubriéndolo, aprendiéndolo, lamiéndolo y aspirado el clítoris con fuerza entre mis labios hasta inflamarlo y sensibilizarlo hasta tu paranoia.

Dios hizo tu coño profundo para que mi glande inquietara tu alma. Temo que mi polla sea pequeña para tal fin.

Dios pone así a prueba mi voluntad y tu coño mi humildad.

Dios colocó tu coño lejos de tus ojos para que no me quedara paralizado admirando esas dos ventanas de luz que iluminan tu pensamiento y deslumbran el mío, con sus astros y galaxias que giran y se expanden dentro de ti. Eres el universo que contiene un universo.

Y gracias a Dios, sé como interactúan tus obscenos labios con los pezones, cuando los separo en la intimidad cálida y protectora de tus muslos, con los dedos chapoteando impúdicamente. Se llaman Perdición D y Perdición I y te mortifican los pezones endureciéndolos; es la razón de que los maltrates como yo no me atrevería, ante mí esclavizado entre tus piernas de puta y deidad.

Sé que cuando surja tu flujo espeso y dulzón empapando mis dedos, labios, nariz y lengua; no pasarán más de veinte segundos hasta que te corras con la espalda arqueada haciendo arte conceptual de la lujuria. Y yo sienta que debo sujetarte, contener ese placer para que no te parta.

Sé que tus muslos intentarán cerrarse cuando el látigo del placer se extienda desde tu coño, al vientre recorriendo todo el torso para alcanzar cada ápice de tu piel y provocar un caos en tu pensamiento.

Dios hizo mis dedos rudos y firmes para que en ese instante atenacen con fuerza la vagina contraída, pulsante, brillante de tu propio óleo sexual. Y hacer tu gemido profundo, exhalado como una muerte por tu boca entreabierta, abandonada a mí, a mi mano que oprime y cubre tu coño todo.

Y tienes en ese instante mi vida en tus manos, porque detienes mi corazón y los pulmones en tu salvaje y ancestral sexualidad.

Dios creó tu coño precioso y perfecto, elástico para abrazar y rodear hasta la asfixia mi pene cuarteado de venas, con el glande cárdeno del colapso sanguíneo.

No quiero hablar de amor, me estoy corriendo, soy un ser salvaje y desbocado que observa como tu coño derrama mi leche… Y jadeando, apenas puedo creerlo.

Cuando salga el sol, al despertar a tu lado tendré las precisas palabras para adorarte al oído, secretamente sin ser necesario. Y en el ritual del café las sonrisas necesarias para hacer feliz un día más contigo.



Iconoclasta


2 de junio de 2023

lp--Amar plácidamente--ic


Quisiera amarte con serenidad, no escribiendo y describiendo con brutalidad la tristeza, lo mierda que me siento cuando te leo sin mirarte, cuando las palabras carecen de tu sonido. Cuando el aire no está ionizado de ti.

No mirarte, no oírte, no besarte, no joderte…

La serenidad ha desaparecido de la faz de la tierra.

Es normal que este colapso de amor conduzca a la duda: ¿Y si no me amas?

Observar tu lenguaje corporal y oír las palabras escritas moduladas por tus labios… Es lo necesario para verificar la concordancia de los gestos y la entonación de tus palabras con el amor. No es lógico enamorarse tan perdidamente sin esos datos.

Si no me amaras, qué ridículo…

Sin embargo, la otra lógica dice que me amas, porque no hay nadie al otro lado del universo amenazándote con un arma para que escribas las palabras de amor y deseo.

Nuestras intimidades no certificadas.

Si no me amaras, no tendría sentido este intercambio de sueños y deseos.

Cuando algo no está bien, cuando algo me falta no puedo pensar con objetividad y mucho menos con un eufórico optimismo. Solo me permito ser medidamente ingenuo.

Y así y todo, soy tu más demente número uno.

Durante el acto de leerte y unas horas después, son los momentos de más lucidez y serenidad en mí.

Y descanso de todo este estrés con las manos sucias de mi leche jadeando aún el placer que se me permite.

Cuando el semen se seca, vuelta al tormento…

Si te he de ser sincero, cuando leo tus sorprendentes y excitantes obscenidades, con las que indefectiblemente acabo corriéndome; no te amo. Es puro instinto animal, incluso siento ferocidad no solo por metértela, sino de ser tu amo. De sentirte de mi propiedad.

Todo está bien en ese momento primigenio, instintivo. Puramente animal.

Sin más complicaciones, por favor.

Sabes explotar y no es tu naturaleza reprimir tu sensualidad hasta hacer hervir mis cojones. Eres mi amada microondas.

Incluso ahora, concentrado en escribir todo lo que no te siento y no te tengo, no ceso de separar y cerrar la piernas intentando dar consuelo a un pene que duele al intentar expandirse en el pantalón con un glande mojado y resbaladizo.

Padezco la compulsiva ansiedad de irrigar tu monte de Venus y el coño con mi leche y luego desfallecer, escupir los últimos de deseos dentro de ti, con el movimiento peristáltico de tu vagina perfecta e impía extrayendo las últimas gotas de mi animalidad.

Esto no es una misa y tú eres la más mujer de todas las mujeres. Es un deseo violento y ancestral, no es posible describirlo con delicadas palabras. Es más, quiero herir tu sensibilidad, la de tu coño. Y que separes los muslos leyéndome.

A la diosa, lo que es de la diosa: la carne cruda de un celo húmedo y desatado.

O un beso robado en la paz de un amanecer aromatizado con el íntimo café.

Quisiera amarte con la serenidad de despertar junto a ti. Y hacer emerger tu conciencia dormida lamiéndote dulcemente entre los muslos.

¿Has visto? Se me derrama la ternura y el deseo en avalancha. Haces de mí el caos.

Vivir como yo es una monstruosidad, es desvivir. Pagar una condena por un delito no cometido.

Tu condenado te ama.


P.D.: Sé que no puedes sentirte como yo porque tú ya te tienes. Qué envidia…







Iconoclasta

19 de mayo de 2023

lp--Amor vudú--ic


Estar enamorado es tener algo clavado en el pensamiento y en el pecho.

En el culo, en todo el cuerpo…

Al menos en mi caso, y que benditos sean los que sienten esa mariconada de mariposas en el estómago.

Como no me queda otra, concluyo que es maravilloso sentirse tan lleno de astillas. De hecho soy el reflejo del muñeco vudú que mi amada no cesa de estrujar entre los dedos y clavar cosas cuando está excitada. Es tan carnal que siento en la piel su sensualidad como una ráfaga de aire ardiente del desierto cuando está en celo.

Y cuando habla del amor, cuando calla del amor, cuando se moja del amor.

Hasta hace unos pocos años, no creía posible que una diosa como ella se pudiera enamorar de mí. Una cosa es el vicio (que lo tiene también), la temporada de reproducción y los momentos de ovulación y todo eso. Pero… ¿Así, tan profundamente y tanto tiempo? Ni hablar.

No soy un tipo como para tirar cohetes multicolor con petardeo final en forma de palmera. No reniego, solo me exclamo de mi privilegio.

No creo en el vudú, en ninguna superstición; pero sí creo en la pasión de mi novia. 

De su colosal atractivo que tira de mi piel hasta doler.

Da igual que crea o no, cuando pincha el muñeco me cago en todo.

Sentí la triste certeza de que había perdido una parte muy importante de mi vida el día que la conocí.

Tanto tiempo sin ella ahora resulta inexplicable.

Cuando me folla me lo extrae todo, es una vampira incruenta. Bueno, incruenta del todo no. Porque una sesión de follaje con ella es acabar con dolor de huevos por aplastamiento, me cabalga como si estuviera montada en un potro salvaje. Y cuando se corre y me desmonta, puedo observar casi alarmado que me ha dejado la picha despellejada por el violento frotamiento de su coño voraz.

Al cabo de diez minutos de dale que te pego ya estoy gritando y llorando. Y se ríe…

Y a la sazón inmovilizado por sus muslos cuando se clava a mí, me aferro con hambre a sus tetas que no dejo de mamar con la obscena idea de que produzcan leche. Si a mí me martiriza los huevos y abrasa la polla, sus pezones parecen los de una mamá primeriza.

No es venganza ¿eh? Es amarla hasta devorarla.

Cuando tengo que mear, durante los dos días siguientes tras el cortejo sexual, dejo caer los pantalones y los calzoncillos y hago el elefante, es decir dejo que la polla cuelgue porque con mis varoniles y toscos dedos no me la puedo tocar por lo abrasada sin blasfemar.

Luego para sacudir las últimas gotas, también como elefante, agito la trompa de un lado a otro moviendo el culo y salpicándolo todo en cámara lenta y efecto difusor. Estéticamente, mi drama y trauma de amor y sexo, es de una belleza perturbadora en mis íntimos actos.

A veces, incluso escupo sangre porque me ha hecho una herida mordiéndome los labios al correrse.

Es tan feroz…

Me hace sentir un hombre-consolador.

Y eso engancha, soy perturbadamente adicto a mi diosa.

Algunos días me pide más sexo cuando aún no ha habido tiempo para sanar la piel de la polla; los huevos como son tontos se sanan en unos minutos.

Entonces le digo que me ha bajado la regla y cariñosa y comprensivamente me dice: “¡Marica!”. Sé que es duro, pero eso de la inclusión y corrección se lo pasa por el coño, como hace conmigo. No tiene corazón entre esas preciosas tetas de portentosos pezones.

Así que cuando siento un pinchazo en el pensamiento o cráneo, o bien en el pecho; es lógico que no piense en un aneurisma o ictus y crea que hambrienta de follar, está cosiendo a pinchazos el muñequito vudú cuyas tripas ha llenado con mi pelo. Cuando se corre, no es nada extraordinario que me coja los pelos y me agite la cabeza como si fuera un cacaolat.

Es una bruja preciosa, voraz. El ser divino más carnal del planeta.

Y sigo pensando que lo único inexplicable es que con lo buena que está y con todo lo que puede escoger, se haya enamorado de mí.

Bueno, la belleza no está reñida con el mal gusto.

Y a mí no me disgusta. Que se jodan los guapos. Que en estos tiempos es más fácil dar con una tortillera que con un bocadillo de jamón york de cerdo de verdad (como odio el aséptico y reseco fiambre de pavo) con queso, aunque sea con tres o cuatro días de “maduración”.

Y ahora me voy al consultorio de Ama Calaverum, una bruja que se anuncia en feisbuc y dicen los comentarios de la chusma que es buenísima combatiendo hechizos. Tengo la esperanza de que neutralice el muñequito vudú con el que juguetea mi diosa y nos cose a los dos a pinchazos.

Se lo cambiaré por un vibrador de tres mil vatios.

Necesito un poco de reposo. Que me crezca el pellejo de la polla.

¡Uy, qué pinchazo en el culo! Ya está caliente mi santa otra vez.

Está bien, otro más y mañana voy al consultorio de la Calaverum.

Nunca me habían exprimido tan profundamente y sacado lo mejor de mí a tanta presión.

A solas, incluso lloro emocionado al evocar esos momentos en los que descargo mi semen caliente y que se le derrama del coño a los abductores de esos muslos preciosos con los que apresa mi cadera.

Coño, me voy pitando o me correré sin tocarme, y entonces la follada sí que va a ser larga. No quiero que me ingresen, me daría vergüenza.



Iconoclasta

20 de abril de 2023

lp--Un amor expreso y amargo--ic


Hay un tipo de amor comprimido a gran presión por la distancia, el tiempo y la imposibilidad. Cuando uno de estos factores falla se abre una pequeña brecha en el velo íntimo de los amantes por la que escapa una mínima gota que se hace torrente en un instante. Una riada de urgente amor que los arrolla.

Se arrollan ellos mismos con una violenta y caudalosa pasión.

Pareciera que una cafetera exprés de amor empezara a llenar una taza.

Un expreso corto, muy corto…

Y una vez ha iniciado el ciclo no se puede detener el escape de pasión acumulada, presurizada durante meses y años y secreta; hasta que el chorro se detiene.

Un amor a presión, una hermosa tragedia…

La crema del café se forma con los besos y “te amos”. Y la sonrisa bendita de la alegría.

Me apresuro a follarle el alma con palabras, con la urgencia del que va a morir. Porque tengo poco tiempo para entregarme a ella y mostrarle todo mi amor en apenas unos minutos.

Un café expreso, un amor atropellado…

Unos minutos para un querer que se ha extendido durante años a una escala tan grande de tiempo como profundo el deseo e insalvables distancias espaciotemporales.

Y hablando y escribiendo al tiempo, te muerdes los labios vacíos del beso no formalizado. Maldiciendo los palpitantes deseos y los actos fallidos.

Tartamudeo queriendo decírselo todo antes de que la taza se llene y cese de nuevo el flujo aislándonos a cada cual en su mundo.

Hablas de esperanzas que sabes imposibles; pero necesarias para no arañarse el alma de desesperación. Una mentira venial de amor.

Tanta emoción en tan poco tiempo.

Luego, me sentiré mierda por todo aquello que no he sabido decir.

Qué desolación cuando se va.

Los enamorados, cuando cae la última gota de espuma en la taza, se despiden con dolorosos besos. Ese expreso hirviendo y a presión, les ha abrasado los labios al beberlo sin cuidado. Con la premura de las emociones desatadas en una pequeña taza de café corto.

Un amor exprés…

En unos segundos la fuga se habrá soldado y afrontarán de nuevo su soledad secreta e íntima.

Pobres amantes expresos que se olvidaron, con la urgente pasión, de azucarar el café. Por eso la sonrisa final, aunque sonrisa, es amarga.

No tienen más remedio que aferrarse con melancolía a la amargura, porque es lo único que les quedará durante otro océano de tiempo y espacio.

Esperar la próxima taza… Para eso vivimos.

Un amor urgente…



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


22 de marzo de 2023

lp--No es fácil follarla--ic


No es fácil follarla.

Sí que es fácil en cuanto a que ha nacido para acelerar la libido hasta la eyaculación precoz con solo intuir su presencia.

Pero cuando habla… Aunque su escote te deje bizco, no quieres que calle y los minutos pasan escuchándola postergando la carnalidad.

Cada palabra que emite es un pedazo de su alma que flota como diente de león girando en tu cerebro.

Es lógico plantearse si taparle la boca y metérsela. O cuando hablando y gesticulando te dejas hipnotizar y luego, ya libre del poder de su alma, te haces una paja más sosegado.

Me gustaría de veras, ser un cerebro-polla de esos que no saben respirar por la nariz y se la meten a la puta quedando servidos para toda la semana.

Tal vez donar, aún que estoy vivo, algunas partes de mi cerebro a la ciencia. Y así, libre de intelectualidad alguna, follarla a bocajarro, animalmente.

Porque su silencio es la banda sonora de la plenitud, su respiración es toda una experiencia sensorial.

Mierda… De verdad que no es fácil follarla, ni no follarla.

Hay días que todo rima con olla y no hay forma de serenarse.

Ella manda y mis huevos duelen. Es una de esas constantes universales que has de saber para no creer que todo el campo es orégano.

Es un asco ser macho metafísico, tener cerebro de más.



Iconoclasta

4 de marzo de 2023

lp-- Hay días en los que…--ic


Hay días en los que quisiera dar las buenas noches a las estrellas y a ti a mi lado.

Sin palabras escritas, con la inmediatez de la proximidad.

Hay días en los que quisiera dar los buenos días al sol, y a ti frente a mí.

Sin tristeza escrita.

Hay días en los que quisiera decir te amo a la vida y a ti entre los brazos.

Sin tinta, con un jadeo en tus labios.

Hay días que quisiera acabar el día con la última palabra en tu oído, en la oscura e íntima horizontalidad de la noche, sin papeles mojados lanzados en el rincón lóbrego de los deseos muertos.

Hay días en los que quisiera dejar escapar la última silaba de mi palabra entre tus labios, en un desfallecer.

Y saber que al día siguiente, en nuestra íntima mañana y tu rostro dorado como la arena al sol, susurrarte el tierno cuento de los dos ángeles que no pudieron ser.

Que dios tenía tantos ángeles a los que dar sus alas, que cuando dos cogidos de la mano llegaron a su presencia, se le había agotado el pegamento.

Y se le escapó un estornudo tan fuerte en aquel instante, que fueron arrastrados por su viento todopoderoso y sus manos se soltaron.

Sintieron un desgarro en el alma como si se hubieran roto las alas que debían tener, cuando sus manos se quedaron vacías.

Y caían infinitamente solos a La Tierra.

Y dios les gritó desde el trono: ¡Tranquilos! ¡Os envío a Gabriel para que os traiga de nuevo desde la tierra! En cuanto acabe el desayuno se pone en marcha. Y recordadle que compre pegamentooooo...

Y hay días que quisiera decirle hola a Gabriel con cierta displicencia, porque los momentos en el cielo son casi vidas en La Tierra. Y tú llegabas con él con cara de niña disgustada; pero se te escapó una risa al verme.

Hay días que quisiera que los cuentos fueran reales y recuperar los momentos perdidos, los que ni siquiera pudimos imaginar. Arrancarte al fin de la mano de Gabriel y tomarte yo.

Decirte sin palabras escritas, que no te sueltes, que si dios estornuda, nos agarramos a su barba y se joda si le duele.

Quisiera no escribir más tonterías. Dejar de escribirle a dios que cuide su resfriado y que Gabriel es negligente y que no hay derecho.

Y así dar los buenos días a tu sonrisa tras la taza de café y desnudarte de las alas.

Que dios mire a otro lado con embarazo.

Quisiera un día dejar la pluma en el cajón y su tinta del color de la melancolía, que ya no sea necesaria; pero miro el reloj y cierro con fuerza la mano que sostiene la pluma, porque es tarde.

Entre dios y Gabriel, escribieron un cuento de tristes sonrisas de ángeles de plomo sin alas y un bote de pegamento vacío.

Hay días que no deseo escribir un final que duele un millón.

Y estiro las palabras para que sin darme cuenta, como si durmiera, el final no sea jamás escrito.

Solo dejar unos puntos suspensivos.

Como un tic sin…



Iconoclasta


14 de febrero de 2023

lp--La sangre de San Valentín--ic


Secretamente la excita menstruar, la sangre que forma un fango viscoso y cálido en su coño provoca deseos que esconde en un ademán, en un suspiro, en un tono de voz. En un descansar, tal vez, demasiado sensual.

Dice que no; pero los muslos se separan ante mis dedos que hurgan en las bragas y se deslizan despegando la compresa de los labios constreñidos. Y no puede evitar gemir ante la invasión de la mano aliviándola de la asfixiante mordaza en su coño.

La vagina arde y palpita en mi mano anegada de su vida misma.

Temo correrme sin tocarme, sinceramente.

Mis dedos literalmente despojan a la sangre de su dolor. Y suave se adivina emerger un orgasmo sereno y potente. Mis dedos y la ruda textura de la compresa forman un caos ahí abajo que eriza sus pezones.

Me empuja los dedos con los suyos a lo más profundo.

No es fetichismo, no es por la sangre; es el placer per se.

La paranoia del deseo atávico, sin contemplaciones.

No importa dónde, no importa cuándo, no importa cómo.

Importa correrse.

Importa sentir su paroxismo de placer. La sangre amasada y coagulada entre mis dedos y uñas es solo consecuencia, no es devoción.

Si no fuera incrédulo diría que es la comunión de la carne y la sangre.

San Valentín ha tirado baja la flecha.

Y en eso estoy, reparando su mala puntería.

O tal vez perfeccionándola.

Se arquea en el clímax con los dedos ensangrentados aferrando mi pene.

Es el día de los enamorados inescrupulosos…



Iconoclasta