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11 de noviembre de 2023

lp--Pedazos de ti--ic


Bajo la lluvia de hojas que la brisa arranca de los árboles, no puedo dejar de pensar que me llueves a pedazos.

Pedazos de amor que caen sobre mí como caricias cálidas y serenas, que crepitan como gotas de agua seca en mi sombrero, pedazos de ti que dan el sonido de tu voz a mi caminar.

Pedazos de amor untados en dulce mermelada de melancolía...

Y quisiera tener ese don de despedazarme y lloverte fundiéndome contigo. Que el viento nos arrastre juntos y tus cabellos sean una vela henchida sin más rumbo que nosotros mismos.

Quiero ser contigo un collage de hojas pequeñitas y revoltosas que tracen nuestros propios senderos de delicados chasquidos.

Pedazos de nosotros...

En algún momento me abandoné a amarte sin medida y se revelaron todos los pedazos de ti ante mis ojos, en todos los lugares. Pedazos de tu cabello, de tus ojos, de tu voz, de tus gemidos, de tu piel toda y de tus cuatro labios que hacen del amor y el deseo, arrebatos de voracidad carnal.

Pedazos de tus pechos oscilando sobre mi boca cuando te clavas a mí.

Pedazos de tu rostro aún somnoliento al despertar.

Pedazos de volutas de humo cambiantes que exhalo fascinado frente a ti con el primer café del primer día contigo.

Despertar contigo es nacer de nuevo, cada amanecer es el primero y es rotunda tu existencia en mis pulmones.

Cada día llueves sobre mí, y te haces eterna como el planeta, sus mares, montañas y cielos.

Miro arriba, al cielo de ramas sobre mi cabeza, e intento hacer pedazos de los besos tiernos que se forman con añoranza en mis labios, cuando arrecias tus hojas de amor sobre mí y mi soledad.

Pero mis pedazos no tienen la musicalidad y la sedosidad de los tuyos. Y suspiro, no por cansancio, sino por mi incapacidad de llover bellamente sobre ti.

No tengo tu poder, cielo.

Misericordia...

Sólo tengo tus pedazos; la certeza de tu existencia y tus palabras grabadas a fuego bajo mi piel, profundamente.




Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

27 de octubre de 2023

lp--La melancolía secreta--ic


La melancolía es una tristeza secreta para mí mismo. La pena de lo que nunca experimentaré. Un sentimiento que jamás conoceré.

La decepción de saber que existe una alta emoción que no gozaré jamás.

Me ha sido negada la gracia, cuando casi la rozaba. Estuve a punto de elevarme a ella.

Esta melancolía me lo dice como una conciencia cuchicheando en mi oído, en mi estómago. Reverberando en el tuétano de los huesos.

Estuviste cerca, estuviste muy cerca.

Pobre cosa, pobre hombre ciego.

Tal vez, sea no haber podido escapar de este lugar y tiempo atroces que impiden que la razón se expanda haciendo de mí una ola más en el mar, yo rompiéndome en un hermoso final en la tierra.

Creando una espuma de mí mismo y los mudos coros del universo muerto susurrando: ¡Así se hace!

Y dan ganas de llorar por una abstracción imposible.

Podría haber sido un hálito que agita íntima y tímidamente las hojas de un árbol cuyo rumor agradecería mi sencilla aunque útil existencia.

Me he cansado y hastiado de dolores, decepciones, amores, ternuras y cariños sin espuma; sin el secreto rumor de unas hojas que nadie presta atención.

Nadie más que yo.

No es por trascender, sólo aspiro a ser invisible, un ente ignoto. La belleza sin reflejos de una existencia malograda y malformada desde el inicio de los tiempos que es mi nacimiento.

Sólo lloro con ira por lo que mi vida no ha encontrado, no ha sentido.

Que nadie sepa más de mí, desaparecer como una ilusión. A veces sueño con volatilizarme en el aire sin dejar rastro y todos aquellos que supieron de mi existencia, parpadearan: Me ha parecido ver algo… Parecía tan real…

Ser una alucinación en el planeta.

Que nadie me recuerde.

Porque mi existencia me avergüenza.

Que no me entierren o quemen en tierra podrida.

Esta melancolía que guardo en secreto no es tristeza, si no hastío y decepción de no alcanzar otra cosa más que, un mundo mal hecho por millones y millones y millones de seres humanos muertos y apilados en podridos estratos cuya misión, fue construir y crear la humana mezquindad para el instante en el que yo naciera. Como si supieran de mi futura vida y la decepción que sufriría.

Riendo mezquinos…

Sus dioses inventados son ratas sarnosas que devoran sus pies y los de sus hijos lentamente, y son adoradas como servil pago de gratitud a la miseria concebida.

Sólo así puedo entender el origen de esta melancolía aterciopelada que se derrama bajo la piel y por dentro de los ojos, un llanto secreto también. Adentro..., donde sólo el cálido humo de un cigarrillo templa el frío de mi ánimo.

Fumar siempre fue bueno...

Saber que existe algo hermoso o extraordinario más allá de la mediocridad del aire, es mejor que ignorarlo y me ha regalado la gracia de la decepción y su melancolía.

No nací para sentir lo extraordinario, sólo para observar con mirada terrible y soportar la incapacidad de los que ahora son cadáveres y los que lo serán pronto.

No es tristeza, sino rabia y su llanto quedo y consecuencia de una ola que no consigue hacer espuma, porque una fría y poderosa corriente de mierda la devuelve al monstruoso mar inmóvil sin horizontes y sin fin. Sin esperanza a la vista.

Yo quería algo más que no cabe en este mundo.

Hay una belleza oculta que mi pensamiento añora y no sabe qué es.

No nací para algo elevado, sino para rellenar los huecos de los muros deformes que no sirven para nada. Que los muertos construyeron, que los vivos idiotas hacen más altos.

Son los susurros de mi secreta melancolía.

Me dice que nací por mis huesos, que soy material de relleno de un tiempo y lugar mezquinos.

Podría haber sido maravilloso cuando veo y escucho el rumor de las hojas, las olas romper en la costa con un orgulloso bramido de vida y lucha; pero nací en un excremento habitado por gusanos agitándose inquietos y paranoides, alimentándose con voracidad unos de otros. No puedo salir de la mierda, ni limpiarme siquiera.

Nací en un repugnante lugar donde los seres humanos comen sobre las inmundicias y miasmas que corren bajo sus pies.

Todos los humanos y sus civilizaciones lo construyeron todo mal y podrido, para luego ser enterrados como el gato cubre su mierda. O quemados como neumáticos viejos o basura que apesta.

Y como un aire que no mueve las hojas y la ola que no llega a la arena, nací ciego y con esta melancolía que hace invisibles los horizontes elevados que algo dentro de mí dice que existen, que es todo un error mi nacimiento en este infecto lugar y tiempo.

Un asco.



Iconoclasta

27 de agosto de 2023

lp--Mejor fuera que dentro--ic


No quiero ver la lluvia tras la ventana, soy parte del paisaje.

Un accidente más.

Mejor fuera que dentro.

(No aplicable a su coño)

Fuera también puedo alardear de melancolía observando a las nubes devorar las lejanas cimas. Y cuando el cielo se despeje ¿seguirán allí? Temo con cierta tristeza pueril.

El toro se ha acercado a la alambrada y muge: quiere estar tras la ventana.

Lo entiendo, el agua me corre por la espalda.

No todas las bestias compartimos los mismos gustos.

Me da paz que no estemos condenadas a tener un único y mierdoso pensamiento global.

Ha descendido asaz la temperatura, me emociona sosegadamente, sin dramas. Es un saludo lejano del otoño, somos viejos conocidos y me pregunta con guasa:

– ¿Estarás por aquí dentro de un mes?

–No seas astuto –le respondo–. Morir no es banal, solo habitual.

Escucho el rumor de un trueno lejano, no me ha oído.

Observo las gotas bombardear los charcos y pienso en las bombas e Hiroshima.

Una idea no del todo incruenta.

Supongo que el temporal crea interferencias y no puedo imaginar qué hace ella en este instante.

Más que solo, estoy aislado.

Otra vez…

Bueno, soy un elefante viejo en el oficio que con la trompa se tapa el orificio.

Es lo único que puedo hacer, errar con una serena desesperanza.

Así que aprovechando que tengo los pies mojados y el alma gélida, me detengo en un charco a fumar. No me puedo mojar más, no son necesarios los remilgos.

Soy un paisaje desde lejos, desde el interior de las ventanas. Un tronco melancólico de ramas quedas.

La melancolía que otros miran tras el vidrio perlado de gotas.

Es una cuestión de elección.

La libertad tiene estas cosas.

El ala del sombrero gotea, observo con innecesaria y pedante poética; reflexionando en lo rápido que se consume el cigarrillo a pesar del agua.

¿Por qué insiste la chusma en que deje de fumar? A mí me importa una mierda si viven o mueren.

La banalidad es también una compañera guasona con sus sorprendentes sinsentidos.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


13 de julio de 2023

lp--Arrebato de narcosis romántica--ic


Tengo una sobredosis de ansiedad de ti.

Me he chutado en vena tus palabras y sonrisas, tus sueños y amaneceres injustos.

Y mi piel destila gotas de tu alma.

Te juro que no es sudor, porque siento el cuerpo helado por dentro.

Estoy absolutamente colgado de ti.

No distingo si en mi cabeza riges tú o yo.

He esnifado recuerdos contigo e incluso he dudado de que los sueños lo fueran.

He despertado sentado en una roca a la orilla del río.

La lluvia de pelusas de los sauces, como seres celestiales ingrávidos y volátiles sobre el cauce, dibujaban tu rostro en el aire.

Irremediablemente me arrastraban a ti.

He sorbido una gota de sangre que descendía por la nariz y me he lavado el rostro con el agua fresca de tu líquida mirada.

He imaginado el planeta desde el espacio, sus distancias e inconsecuencias.

Y un repentino latigazo de solitud me ha provocado la necesidad de escapar contigo de nuevo. Escapar de la dimensión real…

Pero no me quedaba más morfina de amor.

Por el pliegue del codo una pequeña boca pide más de ti y llora una gota de sangre con hambre.

Las venas se rasgan con el ánimo.

No sé, es difícil amar y comprender.

Arrastrando mi mono de ti he caminado con un saco de tristezas que solo debe abrirse en la oscuridad y su aislamiento. En la habitación del llanto de mi hogar.

Volveré a encerrarme en mi laboratorio de amor ilegal y quemaré más palabras tuyas escritas en papeles rasgados como mi pensamiento. Y sublimaré las cenizas con lágrimas.

Destilaré la materia oscura y la esencia será de mil partes de ti por una de mí.

Las sobredosis de ti no matan; es imposible que pueda causar un daño el exceso de ti. Principalmente se debe a que no hay exceso, soy insaciable.

No importa lo que se espese mi sangre con tus palabras procesadas en mi alambique de la desesperación.

No importan las cenizas tantas veces esnifadas, adheridas en los pulmones y las impurezas que pudiera haber por mi torpeza en la elaboración.

Aunque dudo que sea una ventaja no morir por narcosis de tu amor.

Estaría bien morir suave y plácidamente. Es una dura prueba de entereza salir de la psicodelia de amarte en un momento y lugar sin ti.

Lo que no haga tu amor, el tiempo lo hará. Sin embargo, hay tanto tiempo que el desgaste es eterno como el infierno.

He alucinado en algunos viajes que esos seres que flotan sobre el río y lentamente caen en el agua, como si no quisieran, son capaces de arrastrarme río abajo y llevarme al mar cuyas todas aguas conducen a ti.

No tengo necesidad alguna de despertar, no me preocupa. La ingravidez de la inexistencia es ese descanso que buscan los alquimistas yonquis del amor, cuando se colocan con sus propias drogas.

A veces, cuando la vida duele mucho, tengo un mal viaje al meterme un jaco de tu alma y ocurren cosas horribles; la ventaja es que al despertar no hay esa tristeza que incinera la ilusión de los sueños. Sin embargo, he perdido el tiempo.

La tristeza, más hermosa que cualquier alegría, llega cuando te disipas entre las volátiles pelusas que, arrastradas por suspiros y trinos nievan blanca y cálidamente sobre el cauce del río.

Y Linda Ronstadt cierra hermosa y sensualmente su Blue Bayou…



Iconoclasta

12 de marzo de 2023

lp--Pobre padre…--ic

Los personajes buenos e ingenuos me dan cierta lástima en este mundo de buitres y hienas. Las buenas personas vale la pena pensarlas, hay tan pocas que es terrorífico un mundo sin ellas. Que desaparezca una sola es dramático.

Así que cuando veo un buen personaje en una película o una persona que sonríe sinceramente al verme, no puedo dejar de sentir cierto temor por lo malo que le pueda pasar.

Son presas fáciles. Aunque sé que si han llegado a adultos, no necesitan nadie que los defienda.

Es tan infundado mi temor como instintivo. Tal vez sea porque el débil soy yo.

A mí me ha pasado y no soy buena persona. Me he tropezado con tantos malos siéndolo yo también…

Todas las personas buenas mueren antes que las malas. Es lo que he aprendido.

Mi padre murió con cuarenta y cinco, yo tengo sesenta y uno. ¿Soy dieciséis veces más malo que él?

Pobre padre que me quería sin imaginar lo malo que soy.

Pobre padre….

Solo estuve con él dieciocho años, y las tres cuartas partes de ese tiempo durmiendo y en el colegio.

¡Pobre padre!

Quedaron ciertos sueños rotos.

Me crispa los dedos el recuerdo de su carne fría cuando lo tendieron en la cama a la espera del ataúd.

Ahora que soy viejo y contabilizo demasiados años temo que no me hubiera querido.

No sé qué ven los demás de mí. Mi vanidad produce una gruesa capa de indiferencia.

Pero tú no eres la humanidad, tú importas.

Importabas un millón de cualquiera que sea la unidad de medida.

¿Y si no sonríen sinceramente al verme? Tal vez haya coincidido que hubiera alguien detrás de mí y le sonrieran a él.

Qué ridículo, padre…

Estoy viviendo tanto tiempo como los malos, como lo peor. Lo que queda en La Tierra.

Pobre padre ingenuo.

Aquel día todo salió mal para siempre con tu muerte.

He aprendido que algún dolor cárnico no se va nunca, siempre duele, pulsa, acaba con tu ánimo apenas ha empezado el día. Y sigue doliendo mientras duermes, no hay manera de encontrar la posición para que cese.

Tu muerte no me duele ya; pero me avergüenza porque he vivido más que tú, como los malos.

Pobre padre…

Yo no quería ser tan malo.

Creía ser idiota, pero tan malo…

¿Y si era bueno y al morirte me estropeé? Es una posibilidad que me tranquiliza.

¿Ves cómo soy un hijo de puta? Te estoy responsabilizando.

Qué puerco… Nací malo, pobre padre.

Alguna aleatoriedad de la que no tuviste culpa.

¿Dónde quedaron las cosas que no pudieron ya ser?

¿Hay una oficina de sueños perdidos?

¿De padres muertos?

¿De madres?

Pobre padre…

¿Dónde te puedo encontrar? No me olvido de tu rostro, ni de tu voz. Soy asquerosamente inmune a la amnesia.

Siempre he pensado cómo hubieras sido de viejo.

No sé… Tal vez sea una tontería, pero colecciono todas las banalidades de los seres que amo y me las meto en un bolsillo del corazón. Duele la presión, pero es que no quiero que no duela.

También me siento débil con cierta frecuencia desde entonces que me quedé yo solo conmigo y mi maldad.

Quiero pensar que el manto de la muerte me cubre despacio, que el malo por fin ha de pagar.

Que se desprenden de mí como piel muerta los cadáveres de las ilusiones que tengo dentro.

Y por ello no lucho con entusiasmo para aspirar aire, si algo es bueno no debes estropearlo. Déjalo que haga, déjalo que mate.

Lo bueno de la muerte es que mata el dolor también, es buena gente… Y la carne podrida, como si no existiera.

Bien, mis besos a la muerte.

No quiero acumular más años de maldad o mezquindad.

Ha de acabar ya esto.

Quiero ir contigo ahora y que me digas exactamente qué tipo de cerdo soy y qué he de amputarme.

No te creas que no pienso en madre; pero no tengo nada pendiente con ella. Me quería incluso cuando me hice adulto y se mostraba en todo su esplendor mi mezquindad.

Y me quería así.

Qué tonta.

Pobre madre…

Todo se muere a mi alrededor.

¿Qué pasa?

Te engañaste, pobre padre. Cuando buceo dentro de mí, no puedo evitar pensar que fui un fraude.

Ser malo no siempre es ser indigno.

Y la indignidad pesa. Debo decirle a mi hijo lo que soy.

Que tiene un padre que vive más de lo que se merece.

Porque indigno no es una buena forma de morir.

No quiero perdón, ni siquiera me he planteado que tuviera que pedirlo por nada.

Pero ¿indigno para mi hijo? Eso no es forma de morir.

¿Si yo no hubiera nacido estarías vivo, padre?

Es un problema que me corroe desde que empecé a ser más viejo que tú.

Cuando cumplí cuarenta y cinco y pasaban los días y no moría, me dije: Ya está, yo también soy un hijo de puta viviendo demasiado.

Y aquella vez que se me llenó un pulmón de sangre y cada vez que respiraba me salía por la boca, me dije: bueno, dos años de diferencia… Cuarenta y tres solo son dos años menos que padre, somos casi iguales de buenos o malos. Es aceptable.

Pero el hijo puta no se murió, está visto que mi misión era ser muy malo.

Tal vez aquello dolía demasiado y por eso me confundí. No pensaba en vivir, solo quería que, por favor, dejara de doler aquella lija que se arrastraba por dentro de mí. ¡Uf!

Y huyendo de aquel daño masivo, crucé de nuevo la frontera hacia la vida.

Quisiera lavar mi alma de lo que me hace tan longevo, si la tengo.

Dejaré de existir, lo sé; pero no quiero tener esta carga en el momento de morir.

Preferiría ser menos mierda.

Y aquí acaban mis palabras inútiles y queda eternizado mi ridículo.

Al menos que nadie crea que me sentía un buen tipo a grandes rasgos.

Pobre padre…

Te moriste queriéndome.

Pobre padre ingenuo.

Pobre padre, mal hijo.

Tiraste margaritas al hijo… Al cerdo.

Un error de cálculo tuyo. No te creas perfecto, solo amado.

Querer por querer es una imprudencia temeraria. Y una injusticia.

Y ahora que muero más que vivo no quiero engañar a tu nieto que no conociste.

A ninguno de los que te observan en las fotos pensando como hubiera sido el abuelo Paco.

Aquella mañana despertaste vivo.

Y de repente muerto, sentado tu cadáver en la silla que acarreaban los enfermeros para meterte en casa, porque no entraba una camilla o silla de ruedas en el ascensor. No sé qué pasó luego durante dos o tres horas que se me perdieron… Pudiera ser que corrí a buscarte para meterte otra vez en ese cuerpo muerto. Y lo hice mal.

Ni siquiera lo intenté, solo lloré como un maricón.

No sé… El universo se disolvió y yo con él.

Me duele la cabeza.

Necesito no vivir.

Yo mismo me maldije: lo malo vive más que lo bueno.

Y no puedo ni quiero cambiar de opinión. No quiero añadir la hipocresía a mi indignidad.

¿Escribiste alguna vez con la cabeza doliéndote como si fuera a estallar?

¿Cómo la mía ahora?

No mola.

Es una putada.

Pobre padre…

Qué desolación, papa…



Iconoclasta



4 de marzo de 2023

lp-- Hay días en los que…--ic


Hay días en los que quisiera dar las buenas noches a las estrellas y a ti a mi lado.

Sin palabras escritas, con la inmediatez de la proximidad.

Hay días en los que quisiera dar los buenos días al sol, y a ti frente a mí.

Sin tristeza escrita.

Hay días en los que quisiera decir te amo a la vida y a ti entre los brazos.

Sin tinta, con un jadeo en tus labios.

Hay días que quisiera acabar el día con la última palabra en tu oído, en la oscura e íntima horizontalidad de la noche, sin papeles mojados lanzados en el rincón lóbrego de los deseos muertos.

Hay días en los que quisiera dejar escapar la última silaba de mi palabra entre tus labios, en un desfallecer.

Y saber que al día siguiente, en nuestra íntima mañana y tu rostro dorado como la arena al sol, susurrarte el tierno cuento de los dos ángeles que no pudieron ser.

Que dios tenía tantos ángeles a los que dar sus alas, que cuando dos cogidos de la mano llegaron a su presencia, se le había agotado el pegamento.

Y se le escapó un estornudo tan fuerte en aquel instante, que fueron arrastrados por su viento todopoderoso y sus manos se soltaron.

Sintieron un desgarro en el alma como si se hubieran roto las alas que debían tener, cuando sus manos se quedaron vacías.

Y caían infinitamente solos a La Tierra.

Y dios les gritó desde el trono: ¡Tranquilos! ¡Os envío a Gabriel para que os traiga de nuevo desde la tierra! En cuanto acabe el desayuno se pone en marcha. Y recordadle que compre pegamentooooo...

Y hay días que quisiera decirle hola a Gabriel con cierta displicencia, porque los momentos en el cielo son casi vidas en La Tierra. Y tú llegabas con él con cara de niña disgustada; pero se te escapó una risa al verme.

Hay días que quisiera que los cuentos fueran reales y recuperar los momentos perdidos, los que ni siquiera pudimos imaginar. Arrancarte al fin de la mano de Gabriel y tomarte yo.

Decirte sin palabras escritas, que no te sueltes, que si dios estornuda, nos agarramos a su barba y se joda si le duele.

Quisiera no escribir más tonterías. Dejar de escribirle a dios que cuide su resfriado y que Gabriel es negligente y que no hay derecho.

Y así dar los buenos días a tu sonrisa tras la taza de café y desnudarte de las alas.

Que dios mire a otro lado con embarazo.

Quisiera un día dejar la pluma en el cajón y su tinta del color de la melancolía, que ya no sea necesaria; pero miro el reloj y cierro con fuerza la mano que sostiene la pluma, porque es tarde.

Entre dios y Gabriel, escribieron un cuento de tristes sonrisas de ángeles de plomo sin alas y un bote de pegamento vacío.

Hay días que no deseo escribir un final que duele un millón.

Y estiro las palabras para que sin darme cuenta, como si durmiera, el final no sea jamás escrito.

Solo dejar unos puntos suspensivos.

Como un tic sin…



Iconoclasta


25 de febrero de 2023

lp--Ella trae colores a todas partes, amor y ternuras inspiradas en She’s a rainbow--ic


She’s a rainbow (Ella es un arcoíris), es una bellísima canción de The Rolling Stones, de 1967. Forma parte del álbum Their Satanics Majesties Request (Sus Satánicas Majestades Solicitan).

He escrito los versos de la letra traducida del inglés y resaltada en negrita, para responder a cada verso en texto normal con la torpeza y la urgencia de mis emociones, de la ternura, del amor que rompe los corazones y los recompone y los pinta y los saca fuera y los mete dentro…

Que los Rolling me perdonen.

Y ella por mi torpeza.

 

Ella trae colores a todas partes

está todo tan oscuro, mi amor…

y el cielo me pesa en los hombros

peina su cabello

cada mañana la sueño así a ojos abiertos, y desespero

es como un arcoíris.

solo ella puede dar color a mi sangre

Llegan colores en el aire.

cada vez que aparece, con su mirada…

¡Oh, por todas partes!

en todos los rincones de mi mundo y dimensión

 

Ella viene con colores

¡Como os espero!

trae colores a todas partes

mi amor hace magia

peina su cabello

y coquetea consigo misma

a veces, con una melancolía hermosa en la mirada.

es como un arcoíris.

es un rayo de amor y deseo

Llegan colores en el aire

y su voz arrasando mi serenidad

¡Oh, por todas partes!

¡Oh, desesperación!

 

Ella viene con colores

es la fuerza armada de la esperanza

¿La has visto vestida de azul?

la he besado en todos los colores

Ves el cielo enfrente de ti

y crees estar loco de contento

y su rostro es como una vela

plena de mis besos al viento

de un color tan hermoso y pálido

que siento ser cosa sin vida

¿Has visto a una mujer más bella?

es imposible, no hay cosa más hermosa

 

Ella trae colores a todas partes

no cesa, contagia el mundo de luz y color

peina su cabello

¿sonreirá pensando en mí en algún momento?

por favor…

es como un arcoíris.

es un trallazo de amor que deslumbra

Llegan colores en el aire

y se prenden en mi piel ceniza

¡Oh, por todas partes!

en toda mi carne

 

Ella viene con colores

soy un dibujo sin colorear sin ella

¿La has visto toda en dorado?

y he sentido mi alma retroceder al corazón mismo

Como una reina en la antigüedad

siempre existió, nací para ella

dispara sus colores a todo alrededor

no tiene piedad con su desmesurada sensualidad

como una puesta de sol

como una diosa

¿Has visto a una mujer más bella?

da terror no ser suficiente para ella

 

Ella trae color a todas partes

como si fuera fácil

peina su cabello

y cubrirá mi rostro con él en una caricia vertical

es como un arcoíris.

y yo la tierra mojada donde nace

 

Llegan colores en el aire

qué pasará cuando me pinte de ternura

¡Oh, por todas partes!

Desesperadamente…

 

Ella viene con colores

viene con mi vida goteando de sus dedos

es como un arcoíris.

y yo una lluvia que cesó ante ella

 

Llegan colores en el aire

que no tarden, no hay tiempo

¡Oh, por todas partes!

mis ojos están llenos de ella

 

Ella viene con colores…

y conjura la pálida muerte

 

 


Iconoclasta


7 de enero de 2023

lp--No viviré suficiente para llenarlo--ic


No viviré lo suficiente para acabar de escribir los grandes espacios en blanco que quedan en el planeta.

De hecho, nunca tuve esperanza.

Nunca fui ingenuo.

Triste sí, siempre ha sido un peso en mis hombros.

Quería llegar a las verdes montañas, el margen del valle, de la página en blanco…

Aunque fuera solo una línea con tinta roja; pero apenas existo ante tanto espacio, ante la desmesura del planeta y sus espacios en blanco.

No soy nada, no soy nadie.

La belleza es tan enorme como el amor y yo no sé…

No puedo abarcarlos. No podré escribirlo todo y dirá mi lápida si la tuviera: Aquí yace un fracasado.

Siempre he dicho que hay tanto tiempo que me falta vida. Ahora, a punto de abandonar el escenario, el espacio es tanto como el tiempo.

Hay un cansancio vital que invita a la muerte, que la hace dulce.

Era una batalla perdida.

No quiero añadir a la tristeza la vergüenza.

Misericordia.



Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.

1 de diciembre de 2022

lp--El amor cardíaco--ic

El amor es un ataque al corazón, así de intenso y fulminante. Fue repentino amar y pago ahora el precio de que mi vida dependa de ti.

Tú eras la luz al final del túnel durante mi breve muerte de iluminación.

No quiero ser dramático, no es una cuestión de coacción o chantaje emocional, sería mezquino. Solo refiero un hecho.

Bastaron una mirada y una palabra tuyas suspendidas en el preciso instante, en el cuántico e infinitesimal lugar. Entre un parpadeo de reconocimiento y unos labios entreabiertos que se hicieron desesperadamente deseables. Supe que cuando sucediera el primer beso mi pensamiento sería tuyo.

Y el beso fue ataque cardíaco, tan indoloro que no sentí inquietud por lo cerca que estaba de morir durante aquellos segundos de descubrimiento: existías, no eras sueño. En ese paro cardíaco, en esos segundos de muerte indolora se reconfiguró mi red neuronal y desde entonces, mis días empiezan y acaban contigo en mi mente o haciendo arder mi pene con la fuerza vectorial de tu cuerpo clavado verticalmente en mi horizontalidad cuasi mortuoria. Amarte es también presión gravitacional.

Hay en mi cabeza un túnel cuyo final llenas. Y sus paredes son tan transparentes como mudas. Vierten la luz y filtran los graznidos de la humanidad.

Y atrás dejo la oscuridad. La negritud me pisa los talones, por cada paso que doy hacia ti la oscuridad a mi espalda crece con idéntica velocidad.

Es un túnel solo de ida, ya no podré volver. Mi historia se borra y empieza una vida nueva. Ocurre lo mismo con el tiempo, me arde el culo por su rápida combustión.

Soy un personaje cómico en una vieja película muda. Da risa; pero no acabo de ver la gracia. Necesito un cubo de agua para sentarme y respirar aliviado.

No hay opción, amarte fue inevitable como el respirar; pero aun así elegí.

Un poco de ti, es mejor que nada. Un poco de ti justifica ignorar que la vida se acaba, que siempre he llegado tarde a lo hermoso y he aceptado la grisentería difusa de escoger lo menos malo.

Soy un pésimo administrador de mi vida.

Pues yo acepto lo único bello, aunque siempre es tarde por muy buena que sea la dicha.

¿Sabes que hay rostros que se pegan deformándose a la pared transparente del túnel y me piden que me detenga? “¿Adónde vas con tanta prisa y lujuria, viejo?” Me gritan mudamente “¿Te crees mejor que nosotros? Sal de ahí”. No me dan miedo, solo repulsión, son la mismísima faz de la mediocridad; así que camino más deprisa hacia ti y sus rostros envidiosos los devora la oscuridad que me sigue.

El tiempo es otra dimensión oscura, es una cuenta atrás. Te descubrí tarde y ya casi he finalizado mis tareas en la tierra.

Amarte no es un rumbo, es una dirección de marcha, un sentido único donde no hay bifurcación alguna. Algunos le llamarían agujero de gusano. No puedo evitar pensar que el gusano soy yo ahí dentro.

Y no espero vivir más tiempo, sino el momento justo de llegar al fin. Una vez cumplido, puede llevarse el diablo el corazón traqueteante y fibrilado hasta casi partirse. Y también el alma que le vendí hace unos milenios escasos.

Las posibilidades de morir en el túnel, son exactamente las mismas que las de morir fuera, entre ellos, lo vulgar, los ajenos a mí. Tú eres mi voluntad y lo demás meramente aleatorio y accidental: un accidente, una lentitud, una negligencia, una imprecisión en las coordenadas espacio temporales en el momento de nacer, un error con el billete de mi destino a ninguna parte y por ello, llegó tarde a mis manos la carta de navegación hacia ti.

En el túnel solo preciso algo con lo que escribirte y definirte. Entiéndeme, eres inexplicable no hay retórica para expresar a la diosa; pero al escribirte te hago táctil, trasciende tu rostro hasta mis dedos y puedo acariciar el papel, ya tu piel.

Te he transmutado de mi pensamiento a la tridimensionalidad, soy un alquimista en un túnel que se autodestruye cada cinco segundos tras de mí.

El túnel es la metáfora de mi vida como una mecha.

Y tú eres la dinamita.

Es inevitable que piense en el coyote y que eres la más hermosa correcaminos. Si una sonrisa puede ser triste, es la mía ahora.

Un doctor tuvo la piedad de recetarme sedantes pre mórtem antes de entrar en el túnel. Me dijo con el frasco de píldoras anti melancolía en la mano: “De morir no te libras, al menos que no duela”, aún debe pensar que soy idiota.

Escribirte es mi terapia de choque.

No describo lo que eres, porque eres una espléndida incógnita. Escribo lo que siento.

No temo equivocarme con mis palabras, solo ser escaso.

El túnel es tu perfecta metáfora también: eres el conducto al amor.

Mierda, cielo, estoy cansado; pero no puedo detenerme, la negritud que me sigue es voraz, no se salva ni la luz de morir.

No lo entiendo, nunca he valido tanto para que la vida pese tanto sobre mí. Algo se ensaña conmigo por ninguna razón.

Ya está bien, en un momento estoy ahí, el café con mucho azúcar y tú sin ropa interior bajo el vestido.

Bip-bip… (otra cómica tristeza de amor, son los nervios).



Iconoclasta

1 de octubre de 2022

lp--Rebeldes y radiantes--ic


Las violetas son flores otoñales, pequeñas y abundantes, tan fuertes como bellas.

Los colores del otoño son sólidos y radiantes, tal vez como rebeldía a los grises que pronto traerá el invierno cubriendo la tierra y los seres.

Las pequeñas lilas son inconformidad. Florecen cuando la savia de los árboles bombea la última sangre y más espesa a sus hojas tiñéndolas de rojos trágicos, marrones y dorados; para al final morir en una bella tragedia. Cuanto más muere el bosque, más lucen estas pequeñas sus aparatosos violetas. La desgracia de unos seres es el placer de otros. Y también de una dulce melancolía que propagan todos esos millones de muertes incruentas.

Tal vez las margaritas áster saludan al frío, alegres de que se aleje ese sol abrasador omnipresente e inagotable que ha desecado la tierra y el pensamiento mismo.

Cuando las lilas, violetas y cardos lucen su radiactivo color, las lagartijas dejan de cruzar los caminos y trepar por los muros. Como mini dinosaurios que vuelven a extinguirse. Es un poco triste el paseo sin ellas…

Los cuervos no temen al frío o al calor, graznan malhumorados todo el año. Siempre tornasolados, metálicos. Inteligentes. Son la banda sonora del letal silencio del invierno.

Y ocurrirá que las pequeñas flores de otoño morirán cuando llegue el riguroso frío. Se marchitarán bajo la grisentería que enferma el bosque todo; haciendo de los árboles esqueletos con los brazos elevados al cielo pidiendo piedad.

Pisando hojas muertas me pregunto sin tristeza y con curiosidad si será el invierno o la primavera quien me marchite. Si pudiera elegir, quisiera caer muerto en el camino; preferiblemente en invierno. Hay menos gente, los cadáveres somos celosos de nuestra intimidad.

Me parece un final feliz.



Iconoclasta

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16 de septiembre de 2021

Pinche nube…

 


Qué caliente está… Como ama a su montaña.

¿Ves? Así te cubriría, así te amaría.

Aquí y ahora.

Qué desesperación por follarte, mi amor.

Con la lluvia rociando los labios que jadean, la piel que se eriza, los sexos trémulos…

Invadir tu coño cubriéndote toda, mostrando al planeta cuánto te deseo.

Qué envidia… Quiero ser vapor cubriendo tus pechos y tu piel toda.

Agua cálida y dura en tu sexo...

Chapotearte obscenamente.

Y luego, respirar al fin a tu lado el rocío del otoño.

Y ya…




Iconoclasta

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15 de septiembre de 2021

Irrumpe el otoño con su cruda belleza


El otoño toma posesión del cielo y las montañas.

Y del ánimo de los animales.

Viene cargado con muerte de múltiples y atractivos colores.

Un buhonero de mal agüero.

Y no puedo dejar de desear comprar un kilo de esa bella muerte. Bien para un aperitivo, bien para decorar. El otoño las vende en frascos de barro húmedo, estampado con flores muertas y en agonía, en tonos rojos, marrones y dorados.

Y te cobra una lágrima o dos, cuando te la entrega con los dedos sucios de fango.

Es una preciosidad…

Se pueden ver ya a las cromáticas y bellas tristezas, en sus últimos balanceos en las ramas que una vez les dieron vida y ahora, por orden del otoño, se la niegan.

Los genios tienen un cruento y cruel sentido del arte.

Un réquiem por los bellos cadáveres y un saludo de cauta admiración al maestro Otoño, que hace de las sendas de los bosques y las calles de las ciudades, melancólicos tapices de muerte crujiente, fragante y fresca.

Y todo seguirá muriendo y sus cadáveres se convertirán en cosa negra, así hasta que la primavera haga lo que deba.

No sé si aguantaré tanto tiempo; pero estoy bien así. Y el otoño es bueno para morir, te funde con las hojas sin lamentos.

No temo a la tristeza, temo a la alegría que tiene la frecuencia de la hipocresía y la cobardía.




Iconoclasta

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1 de agosto de 2021

Las cosas mínimas


Las cosas mínimas suaves y hermosas existen para avergonzar la vanidad de las cosas grandes y cárnicas y sus miedos banales.

Las cositas mínimas existen y es imposible no preguntarles: “Hola pequeñas. Sois tan valientes… ¿No tenéis miedo a morir?”.

“A veces dan ganas de llorar al veros, pequeñas mías. No sé porque...”

Me provocan una lástima, una pena pequeñita como ellas; que florece en mi corazón incoloro.

Una lástima porque me duele que mueran, son muy frágiles.

Aunque no más que yo. ¿Está ahí mi vergüenza?

Las cosas mínimas viven hermosamente y mueren en tecnicolor, la muerte no puede robarles en un segundo lo que un día fueron. La muerte no les roba el color que las hace bellas como deja fría la carne de las cosas grandes, en apenas un pétalo desprenderse y caer a la tierra como una lágrima de amor y melancolía.

¿Cómo lo hacéis para marchitaros tan bellamente?

Las cosas pequeñas son como el amor que siento, oculto entre la fronda nemorosa, silencioso, con los colores de la pasión y el valor, ancladas a la tierra y tan libres y potentes que irisan mis retinas pintando mi pensamiento. Y sin miedo a la muerte, la de nadie.

Tal vez amo como ellas viven: con un terciopelo violeta que no hace daño a nadie, solo ¿conmueve? (me aterra la duda). Sin gritos, sin molestar.

Tal vez me quiero mentir. Tal vez quiero amar y no sé.

Mierda…

No sé porque quieren las cosas grandes que no ame, lo hacen todo para que odie.

Porque si no amas, no encuentras las mínimas cosas bellas y esa penita hermosa.

Esa ternura que la soledad te regala en la inmensidad del planeta en una mirada secreta; un dolor también pequeñito para no sentirte del todo un trozo de carne de color infame.

Si no amas, te ahogas en tus propias lágrimas, que atascados los ojos, te inundan por dentro.

Ojalá de mi carne marchita surja una violeta pequeñita, una piedad por un pensamiento que ya murió.

Hasta pronto bonitas, ojalá viváis más que yo, lo hacéis mejor.



Iconoclasta

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13 de abril de 2021

Mi lluvia


Mi lluvia no es agua.

Riega los campos y la piel con un compuesto diluido de soledad, serenidad y melancolía.

Es de una inusitada belleza.

Me apresuro a salir de casa cuando llueve, angustiado por ser lento y que pueda cesar.

A través del paraguas percibo su líquido sonido, los ritmos del cielo son implacables, te llegan hasta los más recónditos tuétanos.

Es el íntimo sonido del silencio…

Entiendo el goteo de las varillas, son las lágrimas tranquilas de un hombre que perdió la capacidad de llorar.

Mi lluvia limpia las cosas orgánicas e inorgánicas, las que reptan o vuelan.

Resucita los colores marchitos de la polvorienta luz y lava la mediocridad de la faz de la tierra. De ahí que sea soledad y serenidad, te quedas solo en un mundo mojado y frío que apenas unos pocos soportan. La melancolía llegará con el íntimo aislamiento al evocar todo lo que no fui y lo que perdí, ilusiones rotas cuyos cadáveres es necesario que el agua limpie, arrastre.

A veces amaina tanto, que se suspenden los latidos del corazón y le pides: “Aún no, quedan cosas por sentir”.

Un águila vuela sobre el prado. Le pasa como a mí, quiere ser cosa lavada de polvo y un exceso de luz, aspirar los olores que suben de la tierra mojada.

Es uno de esos escasos momentos que la vida reserva para mostrarse bella.

Solo dos cosas somos entre tanto cielo y tanta tierra…

Lo que no ves no existe (es la ley primera de la ilusión y la serenidad), nada prueba la vida de las cosas resguardadas de la lluvia. Sino están aquí y ahora no puedo dar fe de vida de lo ajeno a mí y a mi lluvia. Niego cualquier otra existencia bajo mi lluvia.

Y no quiero que estén.

La lluvia me abandona a mí mismo. No entiendo el lenguaje de sus gotas, solo mi alma comprende y con eso me basta.

El alma es muda, el alma siente y tú te retuerces con ella sin saber con precisión porque.

Todo es un hermoso misterio, todas estas emociones que me calan…

Y mientras todo eso sucede los colores se saturan en verdes todopoderosos, los ocres tienen la profundidad de las tumbas, la grisentería densa del cielo hace rebotar el pensamiento en ecos caleidoscópicos y los árboles en sus negrísimos troncos esconden crucifijos que nadie se atreve a tallar.

He clavado la navaja en la corteza de un tronco y no sangra.

Es lógico que escondan crucifijos muertos y sus oraciones a nadie. No mueren en la escala humana, son capaces de esconder miserias intactas durante cientos de años dentro de si.

Inventaron dioses secos y ahora la lluvia tiene que solucionar el problema.

Sin darme cuenta, en algún momento he cerrado el paraguas. Lo sé porque por dentro de la camisa, brazo abajo, desciende un pequeño río de agua que se precipita al suelo escurriéndose por mis dedos.

Un hechizo húmedo me convierte en montaña.

Los regueros de agua en el camino descubren tiernas y pequeñas muertes. ¿Cómo es posible que toda esa muerte quepa en el ratoncito que parece dormir? Los pequeños cadáveres provocan una angustia vital, la desesperanza de saber que no hay piedad, porque piedad es solo un nombre que dan los humanos a su miedo. Tal vez sea que mi lluvia haga más profundas las mínimas tragedias de la misma forma que hace los colores del planeta más dramáticos

No es lo mismo que observes al pequeño muerto, a que te lo haga sentir el alma que habla con la lluvia. Es un poco duro, el alma tampoco tiene piedad.

En la soledad de mi lluvia, no hay voces que vulgaricen la vida y la muerte.

No quisiera que ella estuviera ahora conmigo, no quiero que se sienta sola a mi lado, la amo demasiado. Asaz…

¡Shhh…! Bajo la lluvia no se canta, no se baila. No debes romper el líquido silencio; es crimen y te podría partir un rayo en justo castigo.

Pobres aquellos que ven llover a través del cristal, como reos de la apatía.

Pobres ellos con sus colores apagados.





Iconoclasta

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8 de abril de 2021

Máster en tristeza


(El tristeópata toma de la bandeja de la impresora el e-mail. Como si en una primera lectura no lo hubiera creído, se lleva el puño a la boca para ahogar un grito. Sus ojos están brillantes, desesperadamente húmedos. Una alarma del ordenador le recuerda que es hora de iniciar el nuevo curso. Guarda la carta en el cajón de la mesa y respira profundamente varias veces antes de salir de su despacho)


–¡Hola a todos, amigos tristes!

Soy Tristán Llanto, doctor en tristeología y tristeópata. Estudio la tristeza y guío a los seres entristecidos en la metodología para erradicarla.

Deberán disculpar mi vanidad; pero me considero un auténtico honoris causa de la tristeza, la he padecido en muchas ocasiones por las más variadas razones. Pudiera ser que algunos de vosotros hayáis padecido más que yo. La diferencia radica en que yo tengo una facilidad innata para gestionarla, sin duda alguna, debido a mi reticencia al trato humano. Porque como ya veremos, la tristeza se debe gestionar en soledad.

Que conste que no os odio, y mucho menos ante lo que pagáis por este curso. Casi tanto como para crearos otra nueva tristeza que os servirá para poner a prueba la utilidad de este máster.

Es broma, alegrad esas caras si podéis.

Hay distintos motivos de tristeza; pero solo una tristeza. Siempre es la misma ocurra lo que ocurra. Puede ser más larga o más breve; pero no hay tristezas distintas para un mismo humano.

Por lo tanto, los tristes nos gestionamos con una metodología única e invariable.

Suelen decir los psicólogos que hay que encontrar el motivo (en caso de desconocerlo) de la tristeza. Es un gran error, los psicólogos quieren ganar dinero, como yo. Solo que ellos lo ganan muchas más veces con un mismo ser humano.

Buscar causas que se desconocen es un error, mis tristes. La tristeza es una afección tan emocional, tan intrincada en el tejido emocional y tan etérea que no existe nada que la cure. La tristeza no se extirpa, irradia, electrocuta o se seda. Es básico entenderlo para no sumar frustración a esa tristeza. Porque por su naturaleza, tampoco se puede entender en demasiadas ocasiones.

Cuando la tristeza se desconoce, su motivo, no hay forma de dar con la causa; porque puede obedecer a una afección nerviosa, a un sueño, un proceso hormonal, una fiebre, a un recuerdo latente que ha desencadenado una sucesión de ideas que llevan vertiginosamente a esa melancolía profunda e insondable. Querer encontrar el motivo es perder el tiempo, lo único que importa es sacarse de encima toda esa pena. Y ya sin ese dolor, sin legañas y si hay suerte y con el tiempo, un día entenderemos el porque de aquel ataque de tristeza.

La tristeza se agota, es una batería alojada en algún lugar muy adentro de la carne, tal vez en la médula ósea y solo cesa la pena cuando se agota. A veces, debe estar en el intestino, yo al menos he tenido que llevarme las manos al vientre porque pulsaba allí dentro.

La duración de la tristeza varía en función de la edad y del íntimo momento que vivimos.

Sea cual sea su duración, el proceso para erradicarla es el mismo.

Mis amigos tristes, de la pena y el llanto no os libráis, nadie se libra.

Y llegado a este punto, es hora de tomar un café y/o fumar un cigarrillo. Porque tiene una belleza arrebatadora el humo que envuelve y protege el rostro triste, es romántico. Es algo que nos contagiaron aquellos escritores un tanto “malotes”, pero de una intensidad pavorosa. Lo malo de fumar, es que es reflexivo y no es narcótico, por eso es un “vicio” que a empresarios y gobiernos no gusta; prefieren el alcohol que es una droga que fabrica idiotas y mediocres en cantidades industriales cada fin de semana y cabestros obedientes los lunes. No es publicidad encubierta del tabaco, tristes míos, es bueno fumar y convertirnos en la metáfora de la tristeza, que es combustible, se agota. Se hace humo y se va…

Nos vemos en unos minutos en la sala de la cafetera.

(El doctor Tristán es el primero en salir del aula para dirigirse a su despacho, cierra la puerta tras él, baja la persiana y se sienta en el suelo apoyando la espalda en la pared. Enciende un cigarrillo, le tiemblan los dedos.)

–Señoras, señores. ¿Han acabado su café, desean que continuemos? Pues adelante, tristísimos amigos.

–Ha quedado claro que lo primordial es atajar la tristeza, encontrar el motivo es perder el tiempo y prolongarla. Si te duele la cabeza tomas un analgésico y luego buscas la causa si es necesario. No te vas a dedicar a preguntarte el porque mientras la cabeza parece que va a reventar. Hay una constante universal para todo ser humano: el dolor tiene la función de avisar de que algo va mal, no surge el dolor para convertirse en nuestro compañero y amigo a lo largo de la vida. Acabar con el dolor lo antes posible es pura supervivencia.

La alegría no cura la tristeza. La enmascara, te pasas un rato riendo y cuando llegas a casa rompes a llorar sin ninguna elegancia. Lloras por el tiempo que has consumido en banalidad y porque no ha servido para nada.

Imaginad que en pleno ataque de tristeza aguda, os ponéis a bailar para ahuyentar el “mal rollo”. Es importante la elegancia, y bailar llorando es patético. Os sentiréis ridículos ¿De verdad que además de transmitir tristeza, queréis impresionar al mundo aparentando un daño cerebral que provoca esa descoordinación motriz del baile? Ya sabéis lo mucho que los banales (son legión) se ríen de cualquier cosa hasta que les pegas  un tiro en la cabeza (ha de ser en la cabeza, como en las películas, son como los zombis). Sed honestos y valientes. Sé que la valentía es un concepto en desuso; pero la alternativa es la mediocridad que se enquistará hasta formar un tumor y matará toda ilusión, toda ternura sencilla.

La amistad no la cura tampoco, nadie puede agotar, desgastar vuestra tristeza; es vuestro proceso y responsabilidad. Ningún consuelo puede superar en efectividad la secreta y oscura lágrima en soledad.

Que nadie os aconseje remedios. Si os los aconseja una buena amistad, dad las gracias (si os place); pero no los sigáis.

Debéis sacar el coraje necesario para apagar la luz, bajar las ventanas, sentaros en la penumbra y desesperar, debatiros hasta el llanto en esa tristeza asfixiante. No la evitéis, lanzaos a ella a pecho descubierto. Sin amigos, sin seres amados. Cualquier distracción provocará una nueva recarga de esa batería de voltaica tristeza que tenéis dentro. Cualquier palabra amiga, detendrá el proceso del desgaste de la tristeza y será mucho más largo el proceso.

Debéis imaginar la tristeza como una membrana osmótica (filtración del agua hasta su destilación completa) que funciona gracias a la presión que ejerce la angustia de esa melancolía. Si desciende la presión, no funcionará.

¡Ánimo, mis tristes! Que vuestro corazón bombee al doloroso ritmo necesario para que las lágrimas sean expulsadas con la presión adecuada!

Es mucho peor la tristeza que la soledad, aguantad en la oscuridad, pobres míos.

–Disculpadme unos minutos, aprovechad para reflexionar sobre el tema, debo atender un asunto de tristeza urgente de un compañero vuestro del curso pasado.

(Se dirige de nuevo al despacho. Del cajón de la mesa, saca de nuevo la carta: los resultados pormenorizados del examen médico de Dani, su hijo. Padece leucemia y el hospital propone un tratamiento paliativo urgente, porque no habrá cura, es la más agresiva. Y llora en silencio mordiéndose el puño, evocando el momento en el que su hijo, hace cuatro días, se desmayó durante la cena. Tiene cinco años y solo quiere morir, ir con él a donde quiera que vaya.)

–Perdonad la interrupción, los teléfonos móviles nos sirven para eso; para dar suspenso a algo aburrido y descansar de tanta cháchara. Que nadie asienta, es solo una ironía sutil, ni se os ocurra entristecerme.

Lo siento, pero es así: tenéis que llorar hasta el agotamiento, en soledad. Si tiene que doler, que duela.

Y a menos que optéis por el suicidio (de ahí que cobremos el curso por adelantado, listillos y listillas) llegará el momento en el que os sentiréis al fin vacíos, incapaces ya de derramar una sola lágrima.

Sí, hay una inercia en el llanto de la tristeza, cuando ya no quedan lágrimas, sentiréis que debéis llorar más; es normal, son los últimos coletazos del llanto oscuro.

Habréis llegado, sin apenas daros cuenta, a la tristeza seca, la menos dolorosa y delirante.

Con la tristeza seca, sin la opresiva angustia del desgarrador llanto, los buenos momentos brillarán más y en poco tiempo habrán solapado a los tristes. No dejéis aún la soledad y la oscuridad hasta que sonriáis plena y suavemente con los recuerdos de aquello perdido; como aquellos globos de la infancia que llevabais ilusionados de la mano y se escapaban con una angustia de vuestro corazón pequeñito. ¡Ah, las primeras e infantiles tristezas! Qué añoranza ¿verdad?

Al final, las grandes tristezas debidamente desecadas de lágrimas, se convierten en entrañables ternuras.

En definitiva, esencialmente la tristeza se agota dejando que fluya el dolor en soledad, en la oscuridad.

Y cuando salgáis a la luz, dejaos deslumbrar como lo hace el sol tras la tempestad.

Y hasta aquí, lo esencial de la tristeza y su tratamiento o desgaste, que sería más correcto.

Mañana tan solo haremos un repaso a los diversos métodos de psico respiración para afrontar la soledad y la oscuridad necesarias para agotar la tristeza; son casi lógicos, de hecho cualquier respiración medida y disciplinar serviría.

Y por supuesto, no existen clases prácticas, la tristeza y su desecación es absolutamente individualista. La terapia de grupo, es obscenidad para la tristeza, la tristeza en la intimidad brota y solo en la intimidad se destruye.

Ojalá, mis queridos seres tristes, nunca debáis volver a pasar por la tristeza; pero me temo, que es imposible. Sentíos ahora, Jedis de la Tristeza, pues.

Hasta mañana, y fin de la clase, invito a café y tabaco.

(Durante veinte minutos en la sala de la cafetera, Tristán comentó con los alumnos del máster algunas dudas, algunas posibilidades. Cerró la puerta de La Academia Triste tras la salida del último alumno. Y entró de nuevo en su despacho.

Sentía que le faltaba el aire y los intestinos contraídos hasta el dolor, como un cólico profundo. Llorando se desnudó en la oscuridad, del bolsillo del pantalón extrajo una navaja de hoja curva dentada y la hundió en el vientre. Un samurái en ritual de seppuku. Buscó frenéticamente entre los intestinos aquella batería cargada de tristeza, extrayéndolos del vientre, al fin sintió algo duro y frío en ellos, y lo arrancó. Sus lágrimas comenzaron a secarse y sintió el alivio de la tristeza seca. Y luego, el dulce y liberador desfallecer de las venas sin sangre.)





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