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14 de junio de 2016

Siete campanadas


Está tan presente la superstición, la religiosidad... A todas las horas en punta, en las medias horas. Como si no tuvieran cosas interesantes que hacer y tocar las campanas fuera su gran cometido.
Es normal que cuando tañen las campanas, piense en todos esos mitos supersticiosos o religiosos.
Pienso en la posibilidad de que Cristo hubiera existido.
Y sus masturbaciones. Yo me hacía pajas, me las hago si me place. No veo porque Jesús no se las hubiera hecho.
Pienso en Jesús como líder de una secta y el sexo gratis que le proporcionaría.
Y yo pienso en lo que he follado y follaré y no veo distinción alguna con el mesías y conmigo respecto al deseo sexual.
También imagino a la virgen María y sus risas cuando pensaba que aquellos ignorantes creían que el niño Jesús no salió de su coño.
Jesucristo dejó de trabajar para vivir cómodamente, sin penurias de un trabajo esclavo. Como un telepredicador latinoamericano en estos tiempos.
Yo opté por trabajar como un hombre, llegar cansado a casa y metérsela a mi mujer por el culo.
Imagino a José el carpintero pusilánime, soportando el acre olor de la menstruación añeja y sin aseo de su mujer "virgen".
Y en los chiflados que aquellas leyendas propagaron creyéndolas ciertas.
Las campanas hacen pensar, hacen ser lógico.
Tengo una notoria intuición y un conocimiento exacto y profundo del ser humano.
Son las siete de la tarde y el viento arrastra hasta aquí los tañidos de tiempos oscuros e ignorantes.
La muerte del nazareno, desmontó la gran mentira del mesías, murió como cualquier hombre, rabiando de dolor.
Humillado. Si existió, fue un justo castigo a su timo, a sus pretensiones mesiánicas.
Y con él se derrumbaban como un castillo de naipes todos sus milagros y bondades.
Sus secuaces mal disfrazaron a uno de los suyos para que no se acabara el espectáculo, la fama y el dinero fácil; pero nadie conocía al resucitado, nadie sabía quien era aquel tipo. Lo dicen los evangelios como si trataran un misterio oscuro como la propia ignorancia.
No había tecnología digital para retocar mesías y hacer creíble la mentira.
¿Por quién doblan las campanas? Por todas las mentiras que quieren convertir en verdad.
Tañéndolas miles de veces.
Que el hombre no muere, pasa a mejor vida, como Cristo. Así que ora, labora y paga para ganarte tu parcela celestial.
Aparte de esto, pienso en follar y se me pone dura sorpresivamente, debido a alguna feromona que arrastra el aire.
Soy un animal sin amo ni dios.
No soy un místico y las campanas, al fin y al cabo tampoco son totalmente inofensivas. Inocuas, solo provocan divertidas divagaciones.
Tal vez las campanas doblen por las ruinas de la hipócrita y cobarde ambición.
Lo único que dejan dioses y enviados, son escombros  por todas partes, en los lugares más recónditos.
El planeta no puede soportar tanta mentira y acaba desmoronándolas.
Las ermitas derruidas son mentiras viejas, la insostenible ignorancia.
Ego los absolvo porque no saben.
Porque no piensan, no pueden.


Iconoclasta
Foto de Iconoclasta, ermita de Sant Bartomeu de Ripoll.