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13 de abril de 2017

Lecturas rupestres


Será por la euforia que debe producir el aire clorofilado de las montañas en los urbanitas, lo que despierta apetencias intelectuales absolutamente incomprensibles como leer los letreros informativos de los accidentes geográficos visibles para el excursionista.

Quería decir la apetencia de leer en voz ALTA.

Aburridamente alta y sin pudor alguno en exhibir un notable retardo neuronal en la pronunciación de lo que se lee.

La puntuación del texto, ni que decir tiene, que es algo completamente ajeno, inservible e incomprensible para el excursionista eufórico.

Lo triste es que cuando acaba de recitar ese texto maratoniano de unas pocas líneas, se puede ver claramente en sus ojos que no ha comprendido nada.

No ha pescado ni una.

Además, en lugar de observar la catarata en la dirección indicada por el letrero, gira la cabeza en una dirección diametralmente opuesta, y su boca tiembla un poco con tristeza al no encontrar la cascada de agua.

El ruido del agua le podría haber dado a la recitadora mujer, una pista sobre la dirección a observar.

Pero ni por esas.

Pienso que el aire, en lugar de clorofila, debe arrastrar algo de la farlopa (cocaína) que unos excursionistas con bicis repugnantemente baratas, han esnifado en el banco de madera unos metros dirección noroeste.

Esto explica la idiocia de la recitadora, aunque me temo que es algo mucho más primitivo. Genético más concretamente.

Vale, se lee divertido; pero solo los primeros quince segundos de ordinaria declamación.

Una lagartija me observa aburrida.

Es lógico.



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta

17 de agosto de 2015

Dos cosas que Yo no sabía


Vivir es un continuo aprendizaje de mierda.
Hoy Yo me he dado cuenta de que si te estás meando, meas y punto. No importa lo ridículamente pequeña que la tuviera. Se ha sacado su indignidad casi frente a mí y ha soltado su chorro sin pudor.
Y me he dado cuenta gracias a él, que puedo mear donde sea y cuando sea y permitir que me hagan fotos para satisfacer sus deseos y mi gran vanidad.
Incluso una mamada si así lo desean ellas.

La otra cosa que Yo he aprendido es que una familia en bici, sigue en 100 de cada 100 casos el siguiente esquema, avanzando hacia adelante y en perfecta fila india:
1. Mamá/Papá bicicleante.
2. Hija/o bicicleante.
3. Hija/o 2 bicicleante.
4. Papá/Mamá bicicleante.
Más o menos como orugas procesionarias.
Los papás así, envuelven y protegen a sus crías. Y continuamente y con profesional celo, los animan durante todo el puto recorrido con gritos de "dale fuerte". O lanzan gritos histéricos cuando van a pasar por un túnel para que la familia unida, grite al unísono como deficientes : Túuuuuuuuunneeeel.
No callan ni debajo del agua e intimidan a los pájaros.
El esquema que seguía yo con mi hijo cuando íbamos en bici (mi santa no, decía que pedaleara yo, mi hijo y mi puta madre, pero ella no), era absolutamente errático:
Mi hijo al sur, repentinamente salía el niño por el sudsudoeste, y al instante siguiente por el nornordeste.
El resultado es que cuando por fin conseguía localizarlo tras fumarme dos o tres cigarrillos a la sombra, llevaba ya varios minutos sangrando y/o llorando en el suelo.
Bueno, con esto de las bicis no he aprendido nada, al menos útil. Porque Yo no voy a cometer el error de volver a ser padre.
Pero sí que me ha dado entendimiento para comprender porque mi hijo en muchas ocasiones, me observa con cierta antipatía.



Iconoclasta