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22 de julio de 2021

La jocosa y amena escatología


Hay algo que no cambiará jamás, que ameniza y alegra las reuniones y nunca decepciona a un grupo de humanos borrachos o no: la escatología.

Es ya un gen de la risa en el ser humano.

Todo lo escatológico provoca en los seres humanos una risa pollina, o un poco como deficiente mental.

Incluso mencionar los meatos, ya es motivo de rebuzno jocoso.

Si quieres hacer reír a la gente y ser el centro de atención, no debes hacer más que tirarte un sonoro pedo. Incluso con solo pronunciar “pedo”, la gente reirá como si tuviera tos y te convertirás en el gurú del grupo.

Otra cosa muy buena para hacer reír a la gente a carcajadas, sobre todo en la borrachera nocturna grupal, es que señales a un tío o tía con los pantalones mojados de meados, y si no son meados, da igual. Todo lo que esté cerca del culo, el coño o la polla, hace que la gente sonría como nunca en años.

Incluso mear en grupo les provoca esa entrecortada jocosidad ebria y se miran los unos a los otros pensando lo buena que es la amistad que los une con los pedos y la orina.

Y si alguien se lleva las manos a los genitales muerto de risa, los demás, por pura empatía harán lo mismo. Y parecerán un grupo de chimpancés bailando una danza idiota.

La escatología, por sucia que pueda ser, siempre es un elemento imprescindible en toda reunión o rebaño humano festivo por cualquiera de las banales razones que existen.

Y cuanto más mal huela un pedo, mayor será la risa. Es más, pasará ese momento a los anales de la historia de la amistad y la familia, y aunque tengan el cerebro hecho migas por el Alzheimer, jamás olvidarán.

¡Pedo!



Iconoclasta


1 de julio de 2018

El Probador de Condones reflexiona sobre parafilias



Paseando por la Cataluña rural y profunda este primer domingo de julio, he encontrado un lugar en el que se celebraba no sé qué cojones y había la hostia puta de mucha gente.
Ya estoy acostumbrado a las desdichas de ser esclavo, salir poco de viaje y si sales, que lo encuentres todo podrido de tanta chusma.
A veces, desearía volver rápidamente a mi tranquilo departamento de control de calidad en la fábrica de condones cuando veo estas aglomeraciones de pobres; pero sonrientes.
Cientos de tiendas de campaña y rostros legañosos a las 11 de la mañana moviéndose en grupos de cuatro o cinco cabezas hacia los meaderos y aseos comunitarios.
Yo no podría. Cagar requiere cierta intimidad.
Y por otra parte no estoy interesado en ver como defeca otro ser humano, aunque tenga las mejores tetas del mundo y el coño más terso y lustroso.
De todos es conocida esa paranoia sexual o parafilia: la escatología, el “arte” de follar y cagarse encima del follado o embadurnarse la mierda por el cuerpo.
Mi cerebro no está podrido como el de esos fetichistas escatos y meones.
Aunque si la puta que pago bebe cosas sanas y no tiene infección en las vías urinarias, no me importa verla mear de pie sobre el colchón a tres o cuatro metros de distancia y masturbarme elegantemente ante ella para que se sienta mujer de verdad.
Lo del mear está bien si no me salpica. Al fin y al cabo, Dios se mea en el Papa, éste en sus secuaces y éstos en forma de bautismo en los crédulos.
Sinceramente, a mí no me mea ni Dios.
Tengo mis gustos, no soy un santo (lo digo con orgullo). Una fusta, un consolador rudo y un trapo negro para los ojos, son complementos muy apreciados en el cuarto de follar. Junto a una navaja muy afilada.
Hace tiempo, a mi santa (no solo follo con putas) le corté suavemente la piel del muslo con una navaja de afeitar, muy cerca del coño (cuando se lo lamía) y se me corrió como pocas guarras he visto. Es mi mujer y la amo por estas cosas obscenas y porque limpia la casa y cocina bien.
Siempre es más higiénica la sangre que la mierda o los meados.
Me gusta a veces jugar duro y dejar las mariconadas como Sombras y Greys para las amas de casa mal folladas, esas que desean encontrarse con un hombre como yo de una vez por todas.
Seguiré paseando a ver si acaba ya el puto domingo.




Iconoclasta

17 de diciembre de 2016

Obscenas arcadas


Me encantan esas largas y profundas felaciones que están de moda en el porno. Cuando la puta se mete la polla en la boca tan profundamente, que siente arcadas y le salen los mocos por la nariz. Y lo mejor es cuando se sacan toda esa carne de la boca y se les escapa una catarata de babas con los ojos llorosos.
Me pone la polla muy dura. Si una mariposa me rozara el glande en ese momento, me correría.
Marco el número de Dominic, una puta albanesa que no se llama así. Es barata: cincuenta euros con transporte incluido por cuarenta y cinco minutos para que se la meta por el coño o por el culo. O bien me hace una paja con mamada.
Una mamada sin condón y tragando la leche son diez euros más.
Ha llegado. Al abrir la puerta le digo que quiero que me la coma sin condón.
No la saludo porque a las putas, cuanto menos les hablas mejor trabajan.
Le doy el dinero y le indico que pase al salón.
- ¿Quieres que me desnude, rey?
Le digo que no me llame rey de mierda, ni nada. Que me basta con que deje las tetas desnudas.
Me gusta el roce que hacen los pezones en las piernas cuando me la chupan.
Me siento en el sofá y Dominic se arrodilla ante mí.
Debe rondar los cincuenta mal llevados, el maquillaje no puede cubrir tanta miseria y su nariz de boxeadora dice claramente lo mucho que le gusta la coca.
Sus tetas no valen nada; pero estoy caliente y no me molesta especialmente.
Las putas con tetas operadas o trabajadas en gimnasio son tres veces más caras y más estúpidas follando y mamando.
Con las dos manos empujo su cabeza hasta que la polla entera desaparece en su boca y siento sus labios calientes rozar mi rasurado pubis.
Manotea intentando incorporarse porque se ahoga; pero soy demasiado fuerte.
Fuerte y macho.
Intenta gritar pero solo consigue emitir mugidos roncos que excitan mi pijo cosa mala.
Se convulsiona, sus ojos parecen los de un hámster cuando lo estrangulas. Se le escapan las lágrimas creando ríos negros en su rostro.
De niño estrangulé seis hámsters, me encantaba ver sus ojos que parecían saltar de sus cuencas al oprimir sus cuellos. Hace décadas que no estrangulo hámsters.
Su rostro empieza a estar amoratado. Pensando en lo difícil que sería sacar de mi casa un cadáver sin ser visto, la puta consigue incorporarse solo un poco, se arquea agónicamente y consigue vomitar. El repugnante olor me provoca náuseas.
La arranco de mi polla tirando de su pelo y deja ir otra bocanada de vómito.
La llamo cerda y le pego un puñetazo en el vientre.
Cuando se dobla y cae de rodillas, le doy una patada en un costado.
Le digo que se largue por puerca.
Y le aviso de que si grita al salir de la casa, si forma escándalo, la meto en la cocina y le arranco los pezones con un cuchillo.
Dominic se pone la blusa por encima sin abrochársela y se larga presurosamente conteniendo con las manos en la boca un llanto.
Tengo vómitos en el pantalón, en la camisa, en las manos. Vómito que me baja por los cojones y entre las ingles.
Y la tengo tan dura y caliente...
Me masturbo y me corro justo en el charco de vómito.
Pienso en la suciedad y la sordidez. El sexo es sucio por idiosincrasia, los coños y las pollas se usan para mear y ambos están muy cerca de los anos.
Sea por amor o por dinero, acabas oliendo y saboreando orina y mierda cuando follas.
Tal vez sea eso lo excitante: la escatología de amor o dinero, placer, orina y excremento.
Si le sumas lo regurgitado, la fiesta es grandiosa.
Limpio, meto la ropa en la lavadora, me ducho y salgo de casa encendiéndome un puro.
Entro en la iglesia cuando lo he acabado.
Hay quien va al parque a pasear o relajarse sentado en un banco.
Yo no creo en dioses, santos o vírgenes de mierda. Me gusta el sonido de las iglesias sus ecos, las voces de los curas que intentan ser creídos y su olor a cera e incienso.
Tomo asiento en la zona media porque no me gusta ese instante cuando un crédulo abre la puerta y deja entrar el sonido y la luz de afuera.
El cura no sé de qué habla. Nunca lo entiendo, mi pensamiento es tan profundo que me aísla de todo.
Pienso en el rostro de Dominic y en su agonía, en sus babas bañándome la polla. Imagino cortarle los pezones con unas tijeras de podar y me masturbo de nuevo por encima del pantalón, presionando el glande repetidamente, con la mirada perdida en las vidrieras con imágenes de santos.
Se me escapa el pie cuando eyaculo y provoco un ligero ruido que rompe el silencio sagrado.
No sé en qué momento el cura ha acabado su rollo.
Salgo al exterior y la vecina del sexto me saluda.
- ¿Cómo ha ido la misa, vecino?
- Bien, Margarita, siempre es relajante.
- Bueno, seguro que irás al cielo -dice riéndose.
Yo en el cielo y su boca llena de mi polla, cubriéndomela de babas, vomitando en mi vientre... Es lo que pienso cuando mis labios pronuncian:
- En eso estoy, Margarita. Buenos días.
- Buenos días, Mario.
Y además de macho, soy un buen tipo.



Iconoclasta