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13 de junio de 2018

De trendings topics y otras mierdas


Los políticos son proclives a ser religiosos porque les interesa parecerse a los dioses en los que cree la mayoría de los votantes o ciudadanía a la que sodomizan independientemente de sexo o edad que tengan. De esta forma se pueden disculpar de su negligencias, ignorancias y robos mediante la infalible fórmula erigida en ley universal por El Vaticano: “Designio inescrutable”.
Si a la masa electoral o sodomizada se le proporciona por medio de las redes sociales (siempre que aparezca en su móvil o celular) una consigna, idea o moda (hashtag o trending topic para los más incultos o con problemas de CI), tendrán a la chusma ocupada y distraída de sus engaños, componendas, desidias y estafas que efectúan sin desaliento. Un ejemplo de ello es la movida #MeToo (se han puesto histéricas sin ninguna buena razón, todo basado en cháchara y victimismo de gente con un poder económico tan grande, que bien valió la mamada como pago de su estatus de vida. Es de suponer que quieren más y les duelen las rodillas). Tienes también a niños muertos, dramas de refugiados y mil cosas más que se inventan a lo largo de las semanas.
Para drama ya tengo bastante con la esclavitud del trabajo y la mierdosa paga que tengo. Si hubiera tenido la oportunidad de hacer una buena mamada otro gallo me cantaría ahora. Así que soy completamente inasequible al drama humano ordinario: niños muertos, mujeres mamando por unos billetes o barcas miserables que se hunden. Me sabe mal; pero yo tengo ya mis años y como nadie ha publicado un tuiter por mí cuando me hacía falta, que les den por culo. Estoy más curtido que unas alforjas.
Sigamos. Con tales consignas entran en escena los marginados social y económicamente hablando. “Lo social” y lo económico” es un ejercicio de énfasis retórico, porque todo el mundo debería saber que lo económico es lo social. Son sinónimos.
Con estos marginados bien "viralizados" en videos y fotos en las redes sociales la chusma desarrollará una empatía de forma lenta y sutil, hasta llegar a la conclusión de que se encuentran en el paraíso en vista de esos seres que en esos momentos padecen entre sus manos, en sus teléfonos. Incluso dirán y pensarán que es un asco ser multimillonario si has de follar de vez en cuando en un despacho.
Parece increíble; pero en esta civilización, una mierda cubre a otra mierda más seca hasta convertirla en algo apetecible y comestible.
Los hay que con palabras beatas de concordia y unidad, permitirían que un gobierno nuevo de una nueva nación les quitara a sus hijos para obligarlos a hacer el servicio militar como en tiempos de Franco y otras “repúblicas” orientales de corte comunista que aún perduran negándose a perder el gran chollo.
De hijo de puta a Dios o Apóstol o Mesías en unos cuantos miles de “me gusta”, en menos de veinticuatro horas y sin procesos cruentos. Es la carrera política.
Es un asco sin emoción alguna, al menos a Cristo lo crucificaron y se ganó así el título de rey y mesías (en caso de haber existido él y la cruz).
Los políticos y dictadores de hoy son unas mariconas lloronas, aunque perversos hasta el vómito.
Y ahora se me hace incomprensible e inoportuno, ese esfuerzo de esos dos idiotas con el cerebro podrido: Kim y Trump, por eliminar el armamento nuclear. Con la falta que haría una destrucción masiva para arreglar las cosas.
Son gilipollas hasta para ser malos.
Margaritas a los cerdos, sin ningún tipo de alegría.
Algo huele a podrido en Dinamarca, por eso me toco la nariz con lascivos trendings topics. Hay que joderse…
Buen sexo.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

11 de junio de 2014

Un disolvente eficaz

Un disolvente eficaz, de Iconoclasta

El tiempo es un disolvente eficaz, lo borra todo.
Lo malo es que no es instantáneo. Es lento como una hepatitis y asistimos con una pena infinita y casi indolora a la dilución de los recuerdos y sentimientos, con la lentitud con la que el cerebro degenera inevitable y patológicamente al llegar a la vejez.
Se desdibuja la infancia y los rostros de los que murieron, tan eficazmente, que se forma una agonía gelatinosa que encoge el alma. Un vértigo lento que hace borrones de los colores  y crea cada día un despertar de olvido, o confusión.
O un caos tranquilo y engañoso que nos hace idiotas a la realidad.
(Lo de idiotas no suena rabiosamente dramático ni triste o depresivo; pero la expresión está tan cercana de la humanidad, que es pecado no escribirla. Es quedar incompleto.)
La mezcla de recuerdos y tiempo-aguarrás forma melancolía: agua sucia en las entrañas, que invade pulmones y corazón como un impetuoso torrente de lágrimas. O una risa amarga.
"No te vayas", le dices a los rostros que desaparecen llevado por la ilusión. Y los pintas de nuevo, solo que mal.
(Hay que tomar clases de dibujo si queremos hacer las cosas bien. Hay gente que enseña por poco dinero, y si pierdes el tiempo olvidando, puedes perderlo pintando bien.
Claro, que siempre se sobreestima al profesorado, algunos pintan realmente mal, y todo porque les han regalado su puesto de docente en un sorteo de productos agrícolas.)
Desde un millón de metros de altura un disolvente nos llueve en la cabeza, y se deshace todo. Se confunden los recuerdos con los sueños... Como los actos de la niñez.
Nos aleja del amor y del afecto reales para hacer un amasijo de los actos que una vez cometimos o simplemente abandonamos. Una amalgama mentirosa, que roba la importancia que tuvieron realmente las vivencias pasadas y crea lo que necesitamos, lo que nos hace sentir bien.
No se puede sostener mucho tiempo la mentira, porque llega el día que ves tu rostro en el espejo, y no eres tú.
Unos recuerdos van cosidos a otros y hay días en los que desaparecen miles de matices. Lo vivido pierde brillo entre una nebulosa de tiempo.
Nos engañamos sin pretenderlo, porque no reconocemos que una vida pueda ser tan plana y mediocre. Necesitamos mantener vivas todas las sensaciones y emociones, fortificar el reducto de la memoria al precio que sea y no perder esa intensidad. E inevitablemente deformamos lo que una vez amamos y lo convertimos en algo que nunca fue.
(El autoengaño emotivo no es delito, es aconsejable para aquellos cuya ilusión es tan banal que se limita a comer, dormir, trabajar y ocasionalmente follar. Ser un buen ciudadano religioso es tener la mente enferma de alucinaciones color rosa y submarinos amarillos.)
En lugar de recordar una madre, recreas una virgen impoluta con un halo dorado en la cabeza. Reconstruimos los rostros a partir de pintura corrida y desleída en una pared negra.
El tiempo hace de los recuerdos delirios, creando imágenes caprichosas y abstractas que son los restos de una pintura salpicada y escurrida en un lienzo mohoso.
El tiempo nos deshace a nosotros mismos ante el espejo, cualquier día al despertar. Y hace la piel translúcida, para que la muerte sepa donde se encuentran todas las venas y cortarlas.
Mirar lo que vivimos a través del tiempo, es como ver nubes y darles formas. Son mentiras, patológicas, mentiras de la supervivencia.
(Margaritas a los cerdos.)
No recuerdo el rostro de mi abuela, no me recuerdo a mí mismo cuando era niño.
Es mejor no contemplar fotografías viejas, forman una ola de tristeza que monta el tiempo a toda velocidad en una tabla de surf, arrasando los momentos felices y los rostros amados y respetados. Una ola tóxica para el ánimo. Sin darnos cuenta, nos hacemos adictos al disolvente y lo respiramos con bolsas de plástico o haciendo hueco con las manos.
Y miramos al sol con los ojos borrosos, con manchas brillantes que ocultan los rostros e inventamos así santos y milagros.
Es indispensable no mirar atrás, porque no seremos estatuas de sal; nos convertiremos en muñecos de trapo vacíos de recuerdos. Tiempos pasados, difuminados. Tachones que no dan brillo a los ojos de cristal, muñecas que ríen siempre muertas, sin ojos y sin brazos...
Es mejor no ser consciente del tiempo. Prestar atención solo los borrones, las ilusiones. Y así, que lo que nos quede de vida la caminemos engañados y felices.
Acuarelas abandonadas en un sótano húmedo de la memoria. Y el tiempo con una mano huesuda y de uñas rotas, salpicando las paredes con un bote de disolvente. ¡Qué hijo puta!
(El tiempo es un antigrafitero.)
No me encolerizo por haber olvidado algunos rostros, no rabio por un dolor pasado.
Golpeo de rabia e impotencia por no poder detener el tiempo, que sin piedad desintegra lo que era real. Es mejor morir rápido, es mejor caminar y perder la vida, como un mecanismo de batería agotada.
Monto en ira por la mierda de cerebro que tengo, no puede con un asqueroso disolvente.
No importa la muerte, importa mantener intacta la memoria, pero es utopía.
(Un día inventarán un chip de la memoria, que nos instalarán en el pescuezo al nacer, como a los perros. No es una gran idea porque pueden haber problemas de alergia y queda un bultito como quiste de grasa; pero lo importante es recordar a quien fue hijoputa y a quien fue buena persona, recordar exactamente sus rostros con todas sus imperfecciones y el movimiento de sus labios unas veces mentirosos y otras amados. Porque la verdad solo los idiotas la dicen.)
El tiempo quiere hacer de mí una estatua hueca.
 Y lo consigue, maldita sea...
Es imparable.
Y tal vez, sea mejor así, tal vez sea mejor no recordar que un día fui feliz.
¡Mentira!
Es un engaño de mis neuronas deshaciéndose, es muy posible que nunca haya sido feliz. Es imposible estar seguro de nada cuando el disolvente, deshace las formas. Ya nunca recordaré lo que pensé y sentí.
Observo una foto de mi madre y no la conozco, no es como yo pensaba. Mi padre es más joven, y mi abuela... Vestía de negro siempre, y...
Me acuerdo de sus rostros muertos, la piel del color de la cera blanca; pero sobretodo de los dedos tan quietos...
La gente mueve los dedos quiera o no, eso marca la diferencia entre estar vivo o muerto. Ellos no... Sus dedos eran la muerte más pura, esa quietud de las manos se me quedó grabada en mi cochino cerebro anegado de disolvente y sobrevivió. Hay recuerdos malditos que nada borra.
Los dedos marcan el ritmo del tiempo, de los durmientes y los despiertos. Los dedos son la batuta del director de la orquesta que es el tiempo. Él marca el olvido y el engaño a cada segundo.
Los malos recuerdos permanecen invariables, lo único definido en una memoria con más de dos semanas o con demasiados años, porque el tiempo salpica con su toxicidad a grandes y pequeños.
Y es porque la mierda de la vida no está dibujada con pintura en la memoria, está escarificada con cuchillos y hierros al rojo.
Por eso solo un dolor puede tapar otro dolor, como un tatuaje cubre otro.
Puto tiempo... Me borra hasta el cerebro.
No es un reloj de arena, es un reloj de recuerdos que se pierden en un vacío negro...
Bueno, tampoco mi vida ha sido como para tirar cohetes.
El tiempo también tiene sus cosas buenas, limpia las manchas y nos mata por fin.








Iconoclasta