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28 de diciembre de 2013

De padre a hijo


¿No te das cuenta de los pequeños detalles? Esos pequeños pájaros que ayer no estaban, son la prueba de que es un día diferente. No te falla la memoria ni es un sueño.
La muerte marca el tiempo y el tiempo se escurre entre los dedos mientas esperamos. Entre muerte y muerte solo hay un suspiro, una ráfaga de color.
Una rata aplastada y unos pequeños intestinos que parecen de juguete se entrevén a través del humo del tubo de escape de un coche que se aleja veloz buscando más ratas. La muerte y el tiempo, existen, son palpables, se pueden tocar ambos.
Si esos detalles no son perceptibles a tus ojos cansados porque los confundes con una alucinación; ve a un hospital, observa detenidamente a los moribundos, fotografíalos (no pidas permiso para ello, no les preocupa otra cosa más que aspirar otra bocanada de aire). Toma tu tristeza y vuelve a tu madriguera a esconderte de tanta vida y luz.
Imprime las fotos y espera fumando que pasen veinticuatro horas.
Vuelve al hospital y compara las fotos. Verás que esos seres han empeorado y verás también camas vacías donde antes agonizaban.
Verás ataúdes oscuros y blancos con seres dentro. Fotografíalos es un precioso contraste.
¿Ves ahora que los días pasan? No estás maldito, no tendrás jamás esa suerte. La magia no existe.
 Confórmate con saber que el tiempo avanza y el semen  que hoy derramas observando toda esa muerte, es distinto del que ayer escupías observando los pajarillos que envenenaste.
No llores más en tu oscuridad, si no crees que el tiempo pasa, cree en la muerte y aférrate a ella como si fuera el caballo que te salvará la vida en un desierto.
No envenenes pájaros, no sigas ahorcando gatos o apaleando perros.
Mientras asesinas niños, la muerte actúa en otros lugares y puedes morir en cualquier momento. No malgastes tiempo y energía.
Ya hay suficiente muerte en el planeta. Tanta como para que puedas eyacular cuatro o cinco veces al día. No hay que desesperar buscándola. Observa a tu alrededor. La ansiedad nubla la visión y esconde detalles de dolor que puedes gozar.
No busques  emociones que no existen en exóticos parajes que tampoco existen. La metafísica del hastío y la monotonía se combaten con la pragmática muerte. La vida es solo un rodeo para evitar la nada.
Todas las células del cuerpo piden vivir y no podemos hacer nada sin un tremendo esfuerzo por dejar de respirar y ese tipo de esfuerzo, está vedado a los fuertes. Solo es para los deprimidos cuyas células también lo están. El suicidio es un cúmulo de debilidades, no tienes esa suerte tampoco.
El suicidio es un azar de emociones, como lo es este planeta creado por una serie de errores y azares.
Así que toma aire, acaríciate las sienes y respira profundamente ante el último aliento de los demás.
Tu degeneración es tu desdicha; pero también marca la diferencia con los otros. Es mejor ser alimaña que vulgar. Es mejor eyacular ante la muerte que en un coño muerto e insípido. Aunque la piel de ese niño aún esté caliente y su sangre aún no se haya coagulado en torno al agujero por el que le has sacado el corazón, estás en un tiempo muerto.
El tiempo pasa mientras otros mueren y no lo gozas.
Debes optimizar los recursos que te ofrece el planeta.
No mates más, porque pierdes el tiempo, solo has de mirar y acariciarte hasta vomitar de placer.
El tiempo y la muerte van tan íntimamente ligados, que la experiencia se convierte en agonía. Todos los recuerdos del mundo son tristes, sean cuales sean.
No se dan cuenta, pero el recuerdo es una muerte, todos...
El tiempo y la muerte es un bebé de dos cabezas.
Tal vez llegue pronto tu muerte, si se diera el caso, excava ya tu propia tumba para que no te entierren junto a ellos. Es importante morir como has vivido: solo y con la mente podrida.
Cava cerca de casa, que te puedas arrastrar al ataúd como el gusano que eres cuando sientas que el corazón se te ha partido, cuando la sangre se mezcla con la orina y vomitas trozos de hígado.
Todos sabemos cuando vamos a morir, arrastra pues tu degeneración y que nadie sepa que un día exististe.
Vamos, hijo, no hagas que me arrepienta de no haberte devorado cuando naciste.
Papá que te ama.










Iconoclasta

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